Don Santiago Bernabéu en el estadio del Real Madrid
Don Santiago Bernabéu en el estadio del Real Madrid - ABC
Real Madrid

Bernabéu, caballero del honor

Se publican las «Conversaciones con Santiago Bernabéu», de Gómez-Santos, que nos enseñan facetas ocultas del personaje

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Se presentó hace unos días «Conversaciones con Santiago Bernabéu», del escritor y periodista Marino Gómez-Santos.

El libro revela una imagen de don Santiago (así se le conoce, Bernabéu es un lugar) alejada de los estereotipos, algunos interesados, que nos han llegado a través del tiempo. «El fútbol nació en mí contra mi propia voluntad. No ha sido el fútbol lo que más me ha gustado, ha sido un accesorio». Como si no le quedara más que servir donde cayó de rebote, aunque fuera jugador, entrenador y directivo.

El autor, Gómez-Santos, charló con don Santiago en su casa de la calle Jericó, en las oficinas del club o en su tertulia, de diaria asistencia, en «Loto», en la calle Serrano. Su estilo atropellado, enérgico, se advierte en la lectura.

«A mí, lo que de verdad me gustaba era la música. Y lo que me gusta hasta volverme loco es leer, ¿no comprende? Y lo que más, pensar... Porque me está dando la impresión de que quien lee demasiado o escribe demasiado no tiene tiempo para pensar. ¡Vamos, que no tiene ideas propias».

Da una explicación sorprendente de su inicio en el fútbol: el frío y la orfandad. Igual que echara a correr el muchacho de «La soledad del corredor de fondo». «Por haber muerto mis padres tan pronto, me quedé solo con una lavandera que le gustaba más el vino que el agua, y, como yo me encontraba solo y aburrido, me dedicaba a correr. Si mis padres no hubiesen muerto tan jóvenes yo no hubiera jugado al fútbol. Me gustaba la música».

Siendo estudiante en El Escorial cantaba en los coros benedictinos y empezó a jugar al fútbol por superar el frío. «Si no corríamos moríamos».

El autor de las entrevistas pudo comprobar cómo, con sesenta y cinco años, se levantaba a las seis de la mañana para estudiar idiomas. «¿Reza usted, don Santiago?». «No, estoy repasando el alfabeto ruso». Sobre un velador, diccionarios ingleses, franceses y un ejemplar abierto de «El viejo y el Mar», de Hemingway... ¡en alemán!

Don Santiago estudió derecho, pero no le interesaba. «No me gustan los líos». Preparaba oposiciones, pero su anulación por Primo de Rivera le llevó al comercio. Pero su mayor ilusión hubiera sido la música. «Gustándome como me ha gustado, a mí el fútbol me traía sin cuidado». Cómo sería su afición que no quería pasar por la plaza madrileña de Isabel II para no ver cerrado el Teatro Real.

Sutileza y originalidad

Parece mentira que no se conocieran la sutileza, originalidad y formación de un hombre así. ¿No se malentiende un poco su Madrid sin tener en cuenta esta naturaleza?

De padre valenciano, con la única diversión de escuchar el idioma, y madre cubana, que le dejó por siempre el amor a América (el rastro madridista en su gira del 27, y luego ya en el 57, en el 61...), enmadrado, bueno, de una modestia absoluta, le asoma el visionario cuando habla de las multitudes. La gente y el fútbol. Incluso fantasea con lo que haría para llenar los museos.

«Los directivos de fútbol estamos sin definir, pero nosotros hemos definido ya a toda la gente». La gran visión de Bernabéu fueron las masas. «Tenemos un contacto con ellas que es bárbaro, cuando nos encontramos con las personas que se dicen inteligentes, no nos conocen a nosotros, y en cambio nosotros sí les conocemos a ellas». Esto lo remataba con una greguería: en el estadio mira por la tronera a todo el mundo, pero a él nadie le ve.

Desliza deliciosas precisiones psicológicas alrededor del fútbol. Sirva una. Manifiesta su inquietud por unos silbidos escuchados en el campo tras haberse proclamado el Real Madrid campeón del mundo. Le sorprende esa falta de ánimo, le extraña: «No había verdadera alegría en la masa de la gente del Madrid. Y yo digo: ¿qué pasa? ¿Qué es eso? ¿Para quiénes estamos trabajando? (…) Porque si ganando usted el campeonato del mundo está disgustado es que no va, no va. No tiene más solución que estar preparado para cuando ese tumor se agrande. Porque eso es un tumor».

Don Santiago no cobró nunca del Madrid. Ni como futbolista, ni como directivo. «Si fuera verdad que soy tan buen empresario me hubieran salido proposiciones para regir otras empresas. Yo estoy aquí porque es gratis, y en el fondo nadie quiere hacerse cargo de las cosas que son gratis». Le bastaba el afecto del club y puede que ni siquiera eso. «Yo he trabajado siempre por el ideal, no por ganar dinero. La gente no comprende la modestia, la humildad, el sacrificio. ¡Hombre, por favor! ¡Por amor de Dios!... ¿Y el ideal? ¿Dónde está el ideal?».

Ahí quedó definido un hombre. Y su empresa.

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