El autobús del Real Madrid, rodeado de aficionados
El autobús del Real Madrid, rodeado de aficionados
real madrid-atlético

La Policía, a caballo, abre paso al Madrid, bloqueado en Concha Espina

La afición blanca canta «¡remontada, remontada!» en un espectáculo de ilusión y adrenalina, agradecido por el equipo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El autobús del Real Madrid salió a las seis de la tarde y sabía lo que le esperaba. Arbeloa, un internacional con galones, había enardecido a la afición blanca el lunes al manifestar que cuando observa a los seguidores detener al autobús del equipo blanco en su llegada al estadio le gustaría bajarse y sumarse a ese homenaje. El defensa señalaba que hoy esperaba que los incondicionales volvieran a parar el bus de los jugadores para animarles ante el reto de la remontada copera. «¡Tres a cero, tres a cero!», cantaba un grupo de socios en la calle Concha Espina desde las seis y cinco de la tarde. Los simpatizantes del Madrid coparon esa calle desde ese momento, bufandas al aire, a la espera del gran coche blanco que traslada a todo el equipo.

El campeón de Europa debe marcar dos goles al menos para igualar el resultado conseguido por el Atlético en el Calderón hace una semana en el encuentro de ida. El duelo de vuelta se ha convertido en un objetivo épico, casi imposible. Y los forofos madridistas se han lanzado a las calles aledañas del Bernabéu a detener el transporte de sus ídolos y jalearles ante una meta muy difícil: clasificarse para los cuartos de final de la Copa del Rey. «¡Remontada, remontada!».

No hacía falta que Arbeloa encendiera la espita. El madridismo estaba preparado para animar a sus futbolistas con una parada del autobús. Lo que ha hecho el veterano defensa es decirles a los aficionados que el Madrid morirá en el campo por alcanzar la meta y pedía el apoyo de la grada. Dicho y hecho. Desde dos horas antes del partido, los seguidores cantaban loas a su equipo, tanto en Concha Espina como en Padre Damián.

Llegó antes el Atlético, a las seis y treinta y dos minutos, por el norte de Padre Damián. El profesor Ortega y los jugadores daban golpes en el cristal, como es su norma, para demostrar ante los espectadores que vienen a por todas.

Segundos después, el autobús madridista enfilaba el Paseo de la Castellana. Ancelotti y la plantilla agradecieron las demostraciones de cariño cuando el coche dejó el Paseo de la Castellana y osó penetrar por el medio de la muchedumbre que había conquistado Concha Espina. Era imposible continuar. Los caballos de la Policía Nacional tuvieron que abrir sendero para que los profesionales blancos pudieran torcer por esa calle y entrar en Padre Damián, camino de su vestuario. Las bufandas eran exhibidas con fuerza en un baño de ilusión. El frío se combatía con este ardor en apoyo del Real Madrid, saltando y cantando.

Cientos de bengalas se encendieron para teñir el aire de ese color fusia que ha dado color a una camiseta del equipo. El Bernabéu se teñía del espíritu de la proeza. Los futbolistas saludaban desde sus asientos. Ancelotti, con un traje elegante, sonreía al público. Casillas estaba también en primera fila. Detrás, Isco. La lluvia y el viento comenzaban a dominar el ambiente. El plantel madridista pudo bajarse de su autobús, al lado del vestuario, a las siete menos veinte de la tarde.

Ver los comentarios