Atentado Cádiz

Una testigo del ataque yihadista en Algeciras: «¡Volvía a matarnos. Gritaba por Alá, por Alá!»

Los testimonios de los feligreses de San Isidro describen una situación de verdadero pánico. «Decía que no nos moviéramos»

Yassine Kanjaa, el presunto yihadista de Algeciras, estaba rezando cuando se le detuvo y luego sonrió

El cura de la iglesia de La Palma en Algeciras: «Si yo hubiera estado, Diego no habría muerto»

La Parroquia de San Isidro, en la que ha sido apuñalado al sacerdote Antonio Rodríguez. EFE

M. Almagro

Cádiz

Pasaban las siete de la tarde de este miércoles y en la iglesia de San Isidro se oficiaba la misa cuando Yassine Kajaa irrumpió con un objetivo claro: causar el pánico y dolor. Primero, vestido con una chilaba negra, se dirigió al altar y comenzó a tocar las cosas por lo que fue expulsado. Se fue. Pero volvió al rato.

«Yo estaba dentro», relata una de las feligreses que fueron testigo de este ataque. «Estábamos ya para comulgar. Vi como hacía el ademán de coger el machete. Volvía a matarnos. Decía 'por Alá, por Alá', que no nos moviéramos», cuenta llorando aún muy afectada e impactada por lo vivido. «Fuimos hacia la puerta porque o nos íbamos o nos pillaba... y cuando miré para atrás le vi como con un catana o algo así en la mano y ya empezamos a escuchar los gritos de la gente en la iglesia».

Una vez ya fuera, y en la esquina, esta feligresa cogió su teléfono y llamó a la Policía. «Me preguntaron que especificara, que qué iglesia era exactamente... no sé... ha sido un horror». Luego el agresor siguió al cura por la parte trasera del templo y le asestó una cuchillada. Antonio Rodríguez quedaba gravemente herido.

Después de esto se dirigió a otra iglesia, la de la Palma. El sacristán Diego Valencia estaba ya recogiendo las cosas. Entonces, y según continúan otros testigos, fue a por él. Se cruzó con varias catequistas pero no les atacó. El religioso le dijo que abandonara la iglesia y Yassine comenzó a amenazarle. Hasta que lo apuñaló y ya fuera, cuando el religioso intentaba huir, le alcanzó y remató en el suelo.

«Vimos claramente cómo lo mató, ponía el cuchillo y miraba hacia arriba hablando algo en su idioma», han relatado testigos presenciales. «Estaba con una tranquilidad absoluta».

La misma que tuvo para dirigirse a otro templo, el tercero, que estaba cerrado. Dos policías locales lograban interceptarlo cuando el presunto yihadista se paraba en el Paseo, en la Escalinata, y se ponía a rezar. Fue entonces cuando de espaldas, de rodillas y con el cuchillo en el suelo al lado de una de sus piernas, lo redujeron y engrilletaron.

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