Aventura

La aventura de un profesor sevillano para cruzar América en bicicleta desde Alaska a la Patagonia

Un alcalareño está próximo a completar la ruta panamericana: más de 30.000 kilómetros por 14 países

«Semi» está próximo a completar una aventura que le ha llevado a conocer lugares increíbles como Machu Pichu ABC

ALBERTO MALLADO

Quería hacer un viaje en bicicleta y en solitario y como no tenía prisa por llegar buscó la ruta más larga que pudo. Así trazó su camino, de una punta a la otra en un mapamundi, desde Alaska hasta la Patagonia, en Argentina, el camino Panamericano. La aventura de su vida y ahora, próxima a finalizar, una experiencia transformadora en la que se ha nutrido de la esencia de lo que significa viajar.

José Miguel Reina del Valle, «Semi» para todos, es un profesor de Alcalá de Guadaíra. En 2015 cogió una excedencia en su trabajo y una bicicleta. La preparó con adaptaciones que la hicieran más cómoda y se dispuso a recorrer todo el continente americano surcando el espinazo que da al Pacífico. Partió en julio de 2015. T enía previsto hacer 24.000 kilómetros, catorce países, pero el camino ha ido imponiendo su propio trazado de asombros y conocimientos y ya lleva más de 30.000 y aún no ha llegado , aunque ya está próximo a hacerlo. Cuando alcance el punto final, en Ushuaia, volverá a España y demostrará que la experiencia ha sido totalmente satisfactoria, que aún tiene ganas de más bici y más camino, ya que lo hará por Santiago de Compostela y bajará por la Ruta de la Plata en bici hasta Alcalá de Guadaíra.

En todo este tiempo, que él ha medido no en horas, ni en días, sino en asombros y paisajes, Semi ha vivido cosas que podrá contar a su vuelta que como el replicante de Blade Runner, ha visto cosas que sus amigos no creerían: osos en Alaska cazando en un río, salmones remontando la corriente en Haines, castores, lobos aullando en los bosques de América, coyotes rondándole en la noche de México, la erupción de un volcán, un huracán en Canadá, sismos en Chile, música en la calle en San Francisco, elefantes marinos tomando el sol, ballenas grises, monos arañas, árboles gigantescos o avalanchas de tierra y barro en Perú avanzando por las calles. Ha rodado a más de 4.000 metros por el altiplano boliviano con un frío atroz, ha recorrido un desierto de sal en Uyumi, ha pedaleado junto al lago Titicaca y conocido las islas flotantes construidas con material vegetal. Pero, afortunadamente, todo eso no se perderá como lágrimas en la lluvia, sino que quedará recogido en un libro que Semi escribirá a su vuelta y para el que ya tiene las experiencias y el título: «El camino panamericano. De la última frontera al fin del mundo». Será una narración de lo vivido, pero también una guía útil para otras personas que quieran acometer su misma empresa.

También será un impulso para hacerlo. Ya que próximo a llegar al final, el ciclista recomienda un viaje de este tipo a todo el mundo como una experiencia a vivir en la vida. Un viaje distinto, porque como él cuenta, el medio de transporte, la bicicleta, lo cambia todo. En avión, en tren o en coche, sólo está el punto de partida y el destino, todo lo de en medio se pierde. Aquí es al revés, inicio y fin, son excusas para lo importante, que es el camino. La filosofía que lo alienta la encuentra en el poema «Viaje a Ítaca» de Cavafis, « cuando emprendas tu viaje a Ítaca/pide que el camino sea largo, /lleno de aventuras, lleno de experiencias».

Así, explica Semi, ha sido el suyo. Sobre todo lleno de gente que le ha confirmado las expectativas con las que inició el viaje y que giraban sobre todo alrededor de las relaciones humanas. «Yo pensaba que iba a encontrar una predisposición por parte de la gente para ayudarme», afirma.  Y está convencido de que el ciclismo produce en la gente un sentimiento de solidaridad y ayuda. Así ha sido, la gente es la que le ayudado para encontrar un lugar donde dormir, en puestos de bomberos, comisarías, iglesias, centros comunitarios, casas particulares o en los clubes ciclistas que en aquel continente abren sus puertas para ayudar a los viajeros. La gente es la que le ha ofrecido agua y alimento o la que le ha soldado una pieza rota de la bicicleta o la que le ha enseñado lo que se puede hacer con una bici de BMX. También la que le ha pedido dar una charla en la Universidad de Chile. La pureza de la experiencia queda reforzada porque ha hecho el camino sólo, salvo un mes en el que su hermano viajó desde España para pedalear con él.

Todo este tiempo cada pedalada, cuenta ha estado alentada por una sensación persistente, la de libertad que siente al meterse de lleno en una aventura como la que le ocupa. Aún le queda recorrer la carretera Austral, siempre hacia el sur, y ralentizando el ritmo para alcanzar el final con la primavera. A España llegará en diciembre con un anhelo cumplido que siempre tuvo, el de hacer un viaje sin tiempo, dejándose llevar para que el destino no fuera la motivación del camino, sino sólo un pretexto.

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