Raphael, el artista que rompió el Telón de Acero y llevó el fenómeno fan a la Unión Soviética

Movistar+ estrena la película documental «Desde Rusia con amor», que se estrena en Nochebuena

Raphael, en una de sus giras por la Unión Soviética Movistar+
Federico Marín Bellón

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«Dos millones de personas vieron en España la película "Digan lo que digan"», cuenta Raphael. «En la Unión Soviética fueron 40 millones», añade asombrado . Acostumbrado a triunfar en los principales escenarios del mundo, como el Madison Square Garden de Nueva York, el artista consiguió sus mayores triunfos en Moscú, donde era un ídolo de masas y las aficionadas (sobre todo ellas) se sabían de memoria sus canciones.

Todo esto lo cuenta el documental «Raphael. Desde Rusia con amor» , que Movistar+ estrena este jueves, 24 de diciembre , obra de Xavier Baig, Jordi Rovira y Óscar Moreno. Si TVE suele celebrar la Navidad con los villancicos del andaluz, la plataforma de Telefónica, que ha coproducido la película documental con la cadena pública, opta por ofrecer un lado menos conocido de su fama mundial.

Cuando los Beatles , los Stones y otras estrellas de la decadencia de Occidente tenían vedada su entrada en Rusia, en plena Guerra Fría, el artista de Linares recibió un permiso especial para actuar allí. Fue el primero importante que llegaba de fuera de un país satélite de la URSS. La clave parece estar en que Raphael contaba entre sus fans con la ministra de Cultura rusa, pese a que las relaciones con la España de Franco eran mínimas y primaba el desconocimiento mutuo.

En 1980, Raphael recibió un Disco de Uranio por haber vendido más de 50 millones de discos en la URSS. Solo Michael Jackson , AC/DC , Queen y Elvis Presley comparten el mismo honor. Desde la primera gira del español en 1971, la demanda de enseñanza en español se disparó .

Origen de su fama en Rusia

Cuenta Raphael qué él mismo desconocía que ni siquiera existían las relaciones diplomáticas entre la URSS y España en los 70. Pese a todo, recibió permiso del Goskontsert , algo así como el Ministerio de Cultura ruso, para visitar el país y celebrar un gira, soprendentemente multitudinaria.

En realidad, todo empezó con un inocente intercambio de títulos entre dos distribuidoras cinematográficas. Por un capricho del destino, «Digan lo que digan», dirigida por Mario Camus , fue doblada al ruso y exhibida con un éxito imposible de prever. La cinta provocó una revolución. «Jamás en mi vida nadie me había impresionado tanto» , dice una de las «raphaelianas», aficionadas al cantante español que aprendieron nuestro idioma y, por supuesto, las letras de sus canciones.

Todos se enamoraron de Raphael, «desde las adolescentes a mujeres de más de 90 años». La gestualidad y la mirada del cantante conectaron con el pueblo ruso, que vivía una época oscura. «Fue como tener una rendijita en el telón de acero y mirar para afuera» , resume Rosa María Calaf , excorresponsal de RTVE en Moscú, quien no se termina de explicar que permitieran la entrada del cantante la primera vez. Después fue imparable.

Los pocos discos que llegaban de fuera eran copiados de forma clandestina por el rudimentario método de poner encima de los vinilos originales una radiografía y plancharla, para grabar los surcos. La calidad no podía ser ni medio decente, pero las ganas de escuchar sus canciones no tenían precedentes. Surgieron los primeros grupos raphaelistas, al margen de los conductos oficiales.

La película de Camus es de 1968. En 1971 fue posible la primera gira de Raphael, que celebró 23 conciertos en Moscú y Leningrado (o San Petersburgo). El nuevo ídolo de los rusos no pudo volar a Moscú directamente, porque en aquella época el pasaporte español no lo permitía . Tuvo que hacer escala en París para conseguir otro.

Llegó envuelto en un abrigo de piel. Los aficionados dormían en la taquilla y soportaban colas de más de dos kilómetros para conseguir unas entradas que les resultaban carísimas. «Se sabían todas mis canciones de memoria» , recuerda todavía sorprendido el protagonista. «Me enterraron en flores». Al menos, las moscovitas no eran tan efusivas como sus seguidores en otros países y no le arrancaban los botones de la ropa. Le hacían una fila ordenada y se conformaban con rozarlo.

Raphael era la encarnación del latin lover , con una pasión sobre el escenario que conectaba con la música popular rusa y sus «almas hambrentas». El sentimiento tráfico de la vida era tan español como ruso. A falta de pastelerías, le hicieron una tarta falsa, de pan, para que pudiera celebrar su cumpleaños y dejar alguna estampa para la galería.

Hay una respuesta memorable durante una entrevista, en la que le preguntan cómo un niño de derechas podía seducir al pueblo ruso. «¿Qué puñetas tiene que ver la política con el artista?» , replicó. Su conexión estaba muy por encima de las ideas.

Fabada Litoral en la maleta

En la segunda gira, el número de conciertos aumento a 72 e incluyó muchas más ciudades. El efecto secundario más negativo es que la calidad de la comida disminuyó y Raphael, con falta de apetito, llegó a enfermar. El equipo estaba harto de caviar. Su mujer, Natalia Figueroa , preparó para el siguiente viaje una maleta cargada de fabada Litoral.

Raphael ha seguido viajando a Rusia, aunque dejó pasar muchos años entre la cuarta gira, en 1978, y la siguiente. El régimen se había endurecido y, para las autoridades, un éxito tan grande de un artista extranjero era peligroso . Necesitaban ídeolos locales. La última visita fue el año pasado. El idilio continúa.

Las fans seguían allí, con su castellano cada vez más perfecto. Todos los años celebran el cumpleaños de Raphael en las aguas de San Petersburgo. Cantan sus canciones y se sienten otra vez jóvenes, gracias a la música de aquel hombre que, confiesa alguna, les «cambió la vida» .

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