La ventana indiscreta

Si John Ford levantara la cabeza...

Por alguna extraña razón nos creemos tan importantes como para no prescindir de ni una sílaba. Ha tenido que venir un señor de 89 años para decirnos que hagamos las cosas con más velocidad, o al menos con algo de ritmo

La familia contraataca

Ramón Tamames durante la moción de censura EP
Lucía Cabanelas

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Mirar las manecillas del reloj tiene algo de hipnótico, de ilusión, de confusión. Nos quejamos de la crisis del cine pero luego nos encerramos en una sala dos horas y media, en lo que antes se proyectaban dos películas. Pedimos más entregas de una serie para luego verla a doble velocidad. Vivir (ver) rápido y olvidar deprisa. Se nos escurre la vida esperando a que llegue algo que nunca está a la altura.

Pasó con ‘Juego de tronos’, desvirtuada de tanto alargarla. También con ‘The Mandalorian’, cuya fortaleza era la brevedad y la síntesis y que ahora, con diálogos sobreexplicativos, navega no por las aguas vivas de Mandalore sino por lo churrigueresco y pretencioso de la nadería. Y como esta, tantas otras promesas que patinan, que se pierden, o enredan, en sí mismas. Menos mal que queda ‘Succession’, cuyo súbito anuncio de que morirá con su cuarta temporada más que una mala noticia es su consagración como serie de culto. Nada mejor en la vida que saber cuándo irse; apagar una cámara a tiempo.

Falta ir al grano, en las películas, en las series, en los discursos. Por alguna extraña razón nos creemos tan importantes como para no prescindir de ni una sílaba. Ha tenido que venir un señor de 89 años para decirnos que hagamos las cosas con más velocidad, con más ritmo narrativo. Se quejó Tamames en la moción de censura de los alegatos engolados, de la falta de profundidad. «¡Lleva usted un tocho de 20 folios!», le reprochó a Sánchez , que sonreía tras su mítin de casi dos horas, pura fruslería, para ocupar el tiempo del mismo modo que rellena, a veces con saña, su catálogo alguna plataforma de ‘streaming’.

Al menos el economista venció a Morfeo, patrón de todos los que se caen rendidos al letargo con la peli y manta, indefensos frente a esa pirotecnia barata, enemiga de los haikus, tan propia de la generación Tik Tok. Todo aburrido a todas horas. Qué pensaría John Ford , maestro del arte de contar sin palabras, ante el derroche de saliva. Abundan las reiteraciones, se pasa por los temas de puntillas. Se nos gastan los caracteres de Twitter sin ser capaces de contar nada; para eso, mejor un hilo. Series estiradas en una y mil temporadas, ‘spin-off’ que resuelven intrigas que nadie se había planteado y películas más largas que una moción de censura nos recuerdan que, en efecto, «el tiempo es un bien preciso». Y siempre escaso.

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