La ventana indiscreta

Todas las veces que nos olvidamos del 11-M

En 'Todas las veces que nos enamoramos', de Netflix, se aborda el atentado pero falta el horror, aunque sea una pequeña muestra. Al final la serie que solo quiere el 11-M de atrezo, sin reparar en que es todo menos un simple decorado para la historia de España

Los protagonistas de 'Todas las veces que nos enamoramos', en la escena del atentado del 11-M Netflix
Lucía M. Cabanelas

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Los españoles tenemos la manía de tomarnos en serio las situaciones cómicas y a broma las tragedias. Lo del Tito Berni cuesta ubicarlo en un lado u otro… pero ya se lo avisó Patxi López a Susanna Griso: «¿Qué más dará?» . No se nos da mal tampoco eso de mirar el dolor ajeno con asombro y el propio con desdén. Solo así se explica que el año pasado, sin efeméride redonda, una película francesa y otra española retrataran la masacre de Bataclan pero, casi dos décadas después, en ficción el 11-M siga casi huérfano . Sobran los dedos para contar los acercamientos al atentado. Que si algún documental (‘El desafío: 11-M’), que si algún drama (‘Ilusiones rotas’). Pero la herida, ya con costra, sigue escociendo.

Quería Netflix romper el tabú con la serie ‘Todas las veces que nos enamoramos’ , una comedia romántica sin más pretensión que sacar una sonrisa, pasar un buen rato. El problema no es el humor, que ya sobrevolaba ‘Fe de etarras’, menos aún en un país en el que las risas son emblema, sino la forma tan frívola con la que encaja la tragedia. La serie no inventa nada, de hecho recuerda bastante a la canción ‘Jueves’, de La oreja de Van Gogh.

Pero el creador, Carlos Montero (‘Élite’), creyó pertinente que entre las fiestas y el humor universitario que evocan su propia juventud sería interesante incluir el 11-M. No como tragedia sino como la enésima excusa de la ficción para separar a los enamorados. Para robarles el beso cuando la bomba estalla en su vagón llenándolo todo de sangre; para politizar, de propina, con la explicación en boca del personaje de Willy Toledo : «Una bomba, hijo, no se sabe si de ETA o de algún grupo islámico (...) Lo ha dicho el presidente y, por muy capullo que a mí me parezca, es el presidente. No creo que vaya a mentir en estas cosas».

El atentado aparece como una ligerísima interrupción del enamoramiento de los protagonistas. Tardan un golpe de cintura en recuperarse de un suceso que aún hoy provoca pesadillas en cientos de españoles. Él trata de justificar su indiferencia en que es como un soldado que se enamora en medio de una guerra y debe fingir que no es feliz, porque todos viven un horror y él está pletórico. Pero falta el horror, aunque sea una pequeña muestra, en una serie que solo quiere el 11-M de atrezo, sin reparar en que es todo menos un simple decorado para la historia de España.

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