Crítica de «Emily in Paris»: una parodia disfrutable

La serie está protagonizada por Lilly Collins, que da vida a una joven estadounidense (guiri de manual) que se muda a la capital gala

«Emily in Paris» Netflix
Helena Cortés

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Petarda, excéntrica y romántica. Son las tres palabras con las que que Netflix categoriza «Emily in Paris», uno de sus últimos éxitos mundiales. Esta serie, creada por Darren Star ( «Sexo en Nueva York» ), cuenta la aventura de una joven estadounidense (Lilly Collins) que se muda de Chicago a París para asesorar a una prestigiosa firma de marketing francesa recién adquirida por su empresa. La serie desató hace unos días la ira de la crítica gala , algo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que el choque cultural bebe constantemente de manidos estereotipos. Pero si eres capaz de distanciarte de los clichés, dejarte llevar por el típico triángulo amoroso y engancharte a los estupendos retratos de la ciudad, «Emily in Paris» logra sacarte una sonrisa, entretenerte un buen rato y hacerte olvidar el caos exterior .

Emily, la protagonista, es una guiri de manual : bebe vino y champán a raudales, se atiborra a croissants, saca una foto de cada rincón con encanto... Al principio, todos los franceses le parecen antipáticos, pero pronto descubre también su lado más seductor (algo lógico si te toca de vecino Lucas Bravo). Aunque el personaje de Lily Collins pueda parecer una petarda -peor es su amiga Mindy (Ashley Park)- también es entrañable y resolutiva . Lo peor de esta «eficiencia» estadounidense es, de nuevo, que parece impermeable a la mirada europea.

Los compañeros franceses de Emily critican todos sus modelitos «ringarde» (algo así como excéntricos y hortera), opuestos a la sobria moda parisina. Pero lo cierto es que el vestuario que firma Patricia Field (de nuevo «Sexo en Nueva York») es uno de los puntos fuertes de la serie, junto con sus espectaculares escenarios reales. Ya sea para ir de fiesta o al trabajo, el catálogo de zapatos, bolsos, abrigos y faldas que tiene Emily bien podría ser la versión millenial del armario de Carrie.

El tercer pilar de la serie, su vertiente romántica , toma prestados, con cierta gracia, varios aspectos de los clásicos cuentos de hadas: el amor imposible, el triángulo romántico que gira hacia el otro lado, las sorpresas del último minuto... Aunque «Emily in Paris» dista mucho de tener el trasfondo feminista de «Sexo en Nueva York» (quizás su mayor handicap son las comparaciones con la serie más popular de su creador ), su protagonista también es dueña de su destino en este ámbito. «No me gusta compartir ni un crepe», le dice a uno de sus amantes.

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