Chico conoce a chico en 'Smiley', la nueva comedia romántica de Netflix

Guillem Clua adapta su propia obra de teatro para televisión con Miki Esparbé y Carlos Cuevas como protagonistas

«La lucha política es que un personaje abiertamente gay pueda protagonizar una superproducción de Marvel»

Miki Esparbé y Carlos Cuevas, en el primer episodio de 'Smiley' (Netflix) Andrea Resmini
Óscar Rus

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En 'Smiley' , nueva serie española que Netflix lanza este miércoles 7, el amor está en el aire. Más concretamente en el de Barcelona durante la Navidad (el rodaje fue en primavera). Durante esos días, como si de 'Love Actually' se tratase, transcurren los ocho episodios de media hora de la adaptación televisiva de la obra de teatro homónima estrenada en 2012. Guillem Clua, premio Nacional de Literatura Dramática , se adapta a sí mismo en esta comedia romántica protagonizada por Miki Esparbé, el Ramón de la Morena de 'Los reyes de la noche', y Carlos Cuevas, el alumno favorito de 'Merlí', como dos hombres unidos por una equivocación (una llamada) y separados por todo lo demás. Amores reñidos... Ellos son el hilo conductor (rojo, como el teléfono y la leyenda), pero hay más encuentros y desencuentros.

«Te permite volver a escribir la obra en otro formato para otro público, otras necesidades y otro tiempo», explica Guillem Clua en conversación con ABC. Este año también ha estrenado, como guionista, la adaptación cinematográfica de la novela 'Los renglones torcidos de Dios' . Diez años han pasado entre la primera y última 'Smiley' ; el protagonista de la función, Ramón Pujol ( 'Maricón perdido' ), es secundario de la serie. El gran cambio han sido los 'gags': «El humor envejece mal, en general. Los mecanismos narrativos del drama tienen una fecha de caducidad más amplia que la comedia; sobre todo una tan anclada en los referentes tecnológicos y sociales». Porque aquí los personajes se guasapean (o no, he ahí el conflicto) y tienen aplicaciones en el móvil para ligar.

El guionista no se avergüenza del género al que referencian constantemente; todo lo contrario, pues saca pecho: «La comedia romántica es un terreno seguro para el espectador. Tiene unos procesos clarísimos que la gente conoce y se adentra a ellos con conocimiento de causa. Es como estar en casa. Pero ahí entran elementos nuevos que transgreden. En el momento en el que las realidades LGTBI invaden terrenos normalmente conservadores, o proclives a contar historias más 'mainstream ' [populares] y más heterosexuales, es muy positivo porque se impregna una cosa con la otra. Un público que a lo mejor no estaría dispuesto a ver un producto vendido como 'historias LGTBI' o más político, de repente tiene la guardia bajada y ve que puede disfrutar igualmente –emocionarse, reírse, llorar– con una historia que a priori no habría elegido. Como si fuera un pequeño caballo de Troya ».

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