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'The Crown', ¿una serie monárquica o republicana?

Tras la muerte de Isabel II arrecian las críticas a la ficción de Netflix, que estrena su penúltima entrega

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Lucía M. Cabanelas

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Ha muerto la Reina, ¡viva ‘The Crown’! A un suspiro de cumplir un siglo, como toda gran institución, Isabel II falleció en septiembre a los 96 años. Su legado, sin embargo, sigue más vivo que nunca, en parte por la popularidad que ha ganado la Casa Real británica gracias a la serie de Netflix, que el día 9 de noviembre estrena su quinta y penúltima temporada.

El gran estratega que fue Winston Churchill , que aparece en las primeras entregas de la serie bajo el ceño fruncido de John Lithgow, se vanagloriaría ante el envidiable ejercicio propagandístico que ‘The Crown’ ha hecho, valga la redundancia, de la Corona. Desde que Claire Foy subió al trono en 2016, la ficción ha ejercido un encomiable poder didáctico alrededor de la Casa de Windsor, trasladando al público la labor, muchas veces opaca, de una institución de su nivel, así como los sacrificios en nombre del deber de sus máximos exponentes.

Lo que empezó como un lavado de cara ha ido transformándose a medida que cambiaba el reparto de la ficción y también sus personajes en un sentido más crítico. El tiempo pasa –y qué bien lo maneja ‘The Crown’, por cierto– y el polvo se acumula hasta en las mejores casas, incluido Buckingham. Seis años después de que la serie más laureada de Netflix viera la luz por primera vez, la edad pesa y la vigencia de su fachada monárquica comienza a desmoronarse en su ocaso. La quinta entrega arranca, de forma nada casual, sugiriendo que Carlos de Gales intentó forzar la abdicación de su madre. Un juego de tronos que abre el debate.

Una Monarquía popular

A la muerte de Isabel II, la Monarquía gozaba de un lugar privilegiado en la opinión pública, con un 68% de apoyo. Pero la reputación personal de Su Majestad superaba la de la institución que dirigía, según una encuesta de YouGov, y, desde luego, también la de su heredero, que se mantiene en tablas con la de la institución regia. Está por ver cómo continúa la historia, pero inevitablemente pasa por ‘The Crown’ .

La serie afronta su último compás con pies de plomo, por si, entre unas cosas y otras, Windsor arde por segunda vez. La chispa, en este caso, la ha encendido el creador de la serie, Peter Morgan , un republicano convencido que, paradójicamente, ha dedicado gran parte de su carrera a Isabel II . El guionista es embajador y azote de la Monarquía británica, que cuida con mimo pero sin convicción, pues la considera «un virus mutante». Pensar que la Reina era «una mujer de campo de escasa inteligencia» no le pesó para especializarse en ella, primero con el guion de la película ‘The Queen’, después con la obra teatral ‘The Audience’ y, finalmente, con sesenta capítulos de ‘The Crown’, a la que todavía le resta una última temporada.

Las críticas a la serie arreciaron este año, tras la muerte de Isabel II y ante episodios tan delicados como las cintas de Lady Di a Andrew Morton, el ‘tampongate’ de Carlos y Camilla o la ‘otra’ mujer en la vida del Duque de Edimburgo, Penny Knatchbull, que se abordan en la última entrega. Lo que hace seis años se recibió con curiosidad y entusiasmo, por calidad e inversión, ha terminado convirtiéndose en una amenaza real para Buckingham, que llegó a plantearse tomar medidas legales contra ‘The Crown’. Sin el apoyo de los Windsor, esta no deja de ser un todo por la Corona pero sin la Corona.

No son sus únicos detractores. Aunque Morgan defiende que ‘The Crown’ «busca la verdad, más que la exactitud», para muchos carece de ambas cosas y, en ocasiones, peca de malicia. El exprimer ministro John Major, interpretado por Jonny Lee Miller en esta quinta temporada, alaba las actuaciones y los aspectos técnicos de la ficción, pero reprueba los hechos, que considera «tan poco fieles a la realidad y tan injustos que podrían considerarse una farsa», tal y como recoge Robert Hardman en ‘Isabel II. Vida de una Reina, 1926-2022’ (Planeta) . Este historiador reconoce que «la Reina nunca vio la serie ni le preocupaban esas cosas pero al Príncipe Felipe sí le molestaban mucho algunos capítulos, en especial uno en el que le culparon de haber provocado la muerte de su hermana. Estaba muy dolido». Pese a todo, hay voces que, como Joseph Nye , dicen ‘The Crown’ beneficia claramente la imagen de la Corona. «Su impacto sobre las relaciones públicas es positivo. Refleja su sentido de responsabilidad y su dignidad», afirma el hombre que ideó la doctrina del poder blando.

Ficción vs. realidad

Es ficción y no un documental –como advirtió, por primera vez, en el tráiler de la nueva entrega–, el problema es que parte de ese relato tergiversado se termina asimilando. No solo los rumores que convierte en realidad, a veces de forma cicatera, con una mera insinuación, sino también la nada velada crítica a valores tradicionales de la Monarquía, que sin pudor señala como anticuados y a menudo convierte en ataques desde dentro, como la desconexión entre la Reina y el pueblo o el matrimonio sagrado. La serie reconoce la importancia de la institución en la posguerra, algo que queda patente con el hagiográfico retrato de las dos primeras temporadas, pero a medida que avanza en las siguientes cuestiona su vigencia. La exaltación del legado de Isabel II tras su muerte coincide, de forma paradójica, con el recordatorio en la ficción del ‘Annus horribilis’ de su reinado. ‘Annus’ o directamente su década más impopular, la de los convulsos noventa, porque menuda temporada de disgustos para la Isabel II que ahora encarna Imelda Staunton.

¿Puede una serie sobre la monarquía ser antimonárquica? ¿Popularizarla en todo el mundo al tiempo que cuestiona su vigor? ‘The Crown’, al final, salva la institución a costa de sacrificar a la Familia Real, que se va viciando a lo largo de las cinco entregas. Dios salve a la Corona, a pesar o en contra incluso de la mismísima Reina.

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