Tramatizado

'La chica de nieve': deliciosa consternación española

Lo que le proporciona a la serie de Netflix el ritmo, el sentimiento, el dolor, la intriga y la angustia son las interpretaciones que consiguen moldear personajes rebosantes de humanidad

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Los lunes a eso de las diez y media María (mi compañera de trabajo) y yo bajamos a tomar un café al bar cutre enfrente de la oficina. Café regular y montadito de cuestionable salubridad por uno cincuenta, pura fantasía. En ese rato aprovechamos para ponernos al día. Ella me cuenta sus correrías de fin de semana y yo a cambio le intento vender las ventajas de hacer vida de jubilado a los cuarenta. Ya casi la tengo ganada para la causa. El lunes pasado, entre las aventuras de su viaje a Berlín, María me recomendó ver ‘La chica de nieve’. Lo hizo con poca fe a sabiendas de mi aversión patológica a las series españolas. No sé por qué esta vez le hice caso y no puedo por más que estarle tremendamente agradecido y hacer extensiva su recomendación a todos los amantes de las series.

‘La chica de nieve’ es la adaptación de la novela homónima de Javier Castillo . Un thriller convertido en fenómeno de masas durante el confinamiento. La historia, a diferencia de la novela, tiene lugar en Málaga y nos muestra la investigación de la desaparición de Amaya, una niña de seis años, durante la cabalgata de Reyes. Pero no pensemos en la Málaga de costa, lujo, arena blanca y jeques árabes sino en la Málaga opresiva, la Málaga de la sección de sucesos. En concreto la del 'Diario Sur', en cuya redacción trabajan Miren, nuestra protagonista y aspirante a periodista de investigación, y Eduardo, su profesor y mentor (gran detalle haber usado una cabecera real tan respetada para añadirle credibilidad y realismo).

La ambientación periodística tiene todo el sentido del mundo cuando nos damos cuenta de que ‘La chica de nieve’ se asemeja con gran acierto a un artículo muy bien escrito. Me explico. Todo artículo debe responder a una serie de preguntas a través de hechos y, además, aportar distintos puntos de vista para generar ese interés humano que hace que nos enganchemos. La serie cumple esas normas a la perfección. Miren y Eduardo persiguen y se implican en la historia de la desaparición de Amaya mientras que la inspectora Millán y su compañero Chaparro (química perfecta la de estos dos personajes) aportan el ángulo policial. También vivimos la historia a través de los ojos de los traumatizados padres de Amaya e incluso tenemos la oportunidad de entender los motivos de este crimen en un capítulo cinco que es una auténtica joya, una historia perfecta dentro de otra historia.

Pero sin lugar a dudas lo que le proporciona a ‘La chica de nieve’ el ritmo, el sentimiento, el dolor, la intriga y la angustia son las interpretaciones que consiguen moldear personajes rebosantes de humanidad. Por ponerle una pega diría que los diálogos pecan de literarios en algunas ocasiones y en el afán de construir un personaje atormentado, Miren acaba siendo algo plana y monótona.

Hagan como yo y acepten la recomendación de María. A las seis horas, cuando ya no les queden uñas que morderse, le estarán agradecidos de corazón por descubrirles esta consternadora historia de personas heridas e imperfectas.

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