El tobogán de Carrie Fisher

La actriz vivió una época de turbulencias tras su éxito temprano: alcohol, drogas y una lucha continua contra la dependencia

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Una vida marcada por un papel, el de la princesa Leia de « Star Wars», fue la tónica de Carrie Fisher. Como la misma princesa, mujer de fuerte carácter, irreductible incluso para un tipo como Han Solo, Fisher acabó, como tantas otras, devorada por el personaje. Era hija del cantante Eddie Fisher y de la actriz Debbie Reynolds y, al igual que los actores que provienen de familias de artistas, empezó en los escenarios casi con el biberón. Se la empezó a ver en «Shampoo», con Warren Beatty nada menos. Primera tentación.

Luego, enseguida, llegó «Star Wars» en la que hizo tres entregas, una aparición estelar en la penúltima y un casi holograma en « Rogue One».

Fue en Star Wars donde, según revelaciones propias, tuvo una aventura con Harrison Ford. Nada serio, pecadillos de juventud decían. En medio de todo, intervino en la que fue, sin duda alguna, la mejor película que hizo: «The Blues Brother» (con permiso de «Hannah y sus hermanas»). Y a partir de ahí, la decadencia: alcohol, drogas y una lucha continua contra la dependencia ayudada por su marido, Paul Simon.

Su declive cinematográfico, desaparecida casi constantemente en películas de medio pelo, fue debido precisamente a su decadencia física. Perdida en papeles secundarios, apariciones estelares pero nada de importancia, siempre con el recuerdo principesco a sus espaldas.

Lo curioso del caso es que consiguió salir del infierno por el lado más inesperado: el de la literatura, pues se reveló una más que apreciable escritora. Al respecto escribió una novela medio autobiográfica: «Postales desde el filo» y a partir de ahí algunos directores recurrieron a ella para que les escribiera guiones. Publicó dos novelas más y en los últimos tiempos empezó a revelar más detalles de su intimidad: trastorno bipolar, adicción a los antidepresivos y a las pastillas para dormir. Al final, todo se lo tomaba con humor y volcó su autocrítica en lo que sería su verdadera y auténtica biografía «Wisfhul Drinking», que sería un best seller.

En el libro se reía de sus fracasos matrimoniales y de su continua tendencia al alcoholismo y a las drogas. Al respecto contó una anécdota que revelaba cómo progresivamente iba perdiendo el control sobre sí misma. «Me di cuenta de ello cuando John Belushi me dijo que le estaba dando demasiado a la cocaína». John Belushi..., que esnifaba hasta los pegamentos por las esquinas...

Su madre, Debbie Reynolds, dijo ayer mismo que su hija había mejorado y que estaba estable. Se equivocaba.

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