Los secretos del desastroso origen de Star Wars, la película que todos odiaban

Repasamos el germen de «La guerra de las galaxias» por el estreno de «Star Wars: El ascenso de Skywalker»

El proyecto estrella de George Lucas no contó con el apoyo de sus amigos, su mujer ni de los directivos de Hollywood. Brian de Palma, en una feroz crítica, le llegó a decir: «Es imposible saber qué ocurre en la pantalla (...) Tienes que quitar esa mierda del Jedi Bendu, nadie va a entender de qué hablas»

Lucía M. Cabanelas

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La mina de oro de Star Wars estuvo a punto de no existir. El rentable éxito de las películas de la franquicia, que han recaudado casi quince mil millones de dólares en taquilla, peligró por la falta de confianza en el ambicioso –y personal– proyecto de George Lucas, que ideaba el universo galáctico bajo el escepticismo de su mujer, sus amigos, los directivos de los estudios de Hollywood y hasta de sí mismo. «He hecho la que considero la película más convencional que posiblemente soy capaz de hacer. Es una de Disney. Todas las de Disney recaudan dieciséis millones; por lo tanto, esta va a recaudar dieciséis millones. Costó diez, y por eso vamos a perder dinero en el estreno, pero espero recuperar algo con los juguetes», llegó a decir el director de ese imperio que ahora culmina con el estreno de «El ascenso de Skywalker» .

Se arrepentiría más tarde de no confiar en el potencial económico de su hijo pródigo pero no de romper el cordón umbilical con Francis Ford Coppola, el espejo en el que se miraba el director de «American Graffiti», un hombre que cubrió el vacío de su estricto padre y que, además de apadrinarle, le fichó para dirigir «Apocalypse Now». Quiso la suerte, el destino y, sobre todo, el caprichoso carácter de Lucas que fuera Coppola quien tomara las riendas de esa película, mientras este intentaba superar con «La guerra de las galaxias» la recaudación de ese boom que supuso el «Tiburón» de su amigo Steven Spielberg .

Además de hacer dinero, Lucas empatizaba con el público y quería rellenar el vacío que la ausencia de referentes había dejado en el imaginario colectivo. «Cuando hice Graffiti descubrí que hacer una película positiva era estimulante, y pensé que tal vez debía hacer una película como esa pero para gente aún más joven. Graffiti era para adolescentes de dieciséis años; La guerra de las galaxias es para chicos de diez y doce años , que han perdido algo más importante que el adolescente. Vi que los niños no tenían ninguna fantasía como las que teníamos nosotros; hoy no tienen películas del Oeste, no tienen películas de piratas…, ni auténticas películas de aventuras, las de Errol Flynn y John Wayne. Disney había abdicado de su reinado sobre el mercado infantil, y nada lo había reemplazado», llegó a decir el cineasta, que, con los años, terminaría entregando su tesoro a Disney.

Lucas siempre había querido hacer ciencia ficción , «una fantasía en la tradición de Buck Rogers y Flash Gordon, una combinación de 2001 y James Bond». Admiraba 2001 de Kubrick –cuenta Peter Biskind en «Moteros tranquilos, toros salvajes» (Anagrama)–, pero la consideraba excesivamente opaca. La guerra de las galaxias «fue una tentativa consciente de crear nuevos mitos» . «Quería hacer una película para niños que introdujera algo así como una moral básica. Nadie se acuerda de decirles a los niños: "Eh, mirad, esto es bueno y esto es malo"», reconocería Lucas.

Las obsesiones de Lucas

En febrero de 1972 se puso a escribir el borrador, cuya primera frase anunciaba la «historia de Mace Windu, un venerado Jedi-bendu de Opuchi relacionado con Usby C. J. Thape, aprendiz padawaan del célebre Jedi». Un galimatías en el que no conseguía recordar nunca la ortografía de los nombres de sus personajes, donde ponía Chewbacca de una forma diferente cada vez que lo escribía y que todos le recomendaron hacer más accesible. El de Modesto escribía en la parte trasera de su casa de San Anselmo con la única compañía de una Wurlitzer y una fotografía de Serguéi Eisenstein. Solo en casa –su mujer le había cambiado por ayudar a Martin Scorsese–, Lucas ocupó su tiempo con extrañas obsesiones, desde usar solamente lápices del número 2 y papel rayado azul y verde a cortarse mechoncitos de pelo con unas tijeras y dejarlos en la papelera.

Supuestamente, el personaje del Emperador, corrompido por el poder, estaba inspirado en Richard Nixon , aunque circula por los mentideros de la industria que no lo reivindicó hasta que Star Wars fue un éxito. Para los decorados y los trajes, «fusiló» los seriales de Richard Gordon y otras obras de ciencia ficción baratas de los años treinta y le dio vueltas a la manera de conseguir el tono «sano», de evitar el sexo y la violencia, incluyendo, no obstante, «material moderno».

A pesar de la ardua tarea de elaborar idiomas, personajes y una galaxia entera de la nada, la creación de Lucas estaba lejos de ser esa cercana película que atraería a millones de espectadores de todo el mundo durante varias generaciones. El cineasta no terminaba de encontrar el equilibrio entre la cantidad de los personajes y la complejidad que requería una producción de semejante envergadura. Cuenta Biskind que el papel de la Princesa Leia crecía y se reducía. Obi-Wan Kenobi y Darth Vader, que inicialmente eran un solo personaje , se convirtieron en dos. La Fuerza tenía un lado bueno (Ashla) y otro malo (Bogan). Anakin Starkiller se convirtió en Luke Skywalker. Kenobi comenzaba como un general mayor, después se volvía un ermitaño algo chalado y más adelante volvía a aparecer como general. En un momento apareció un Kiber Crystal que al final desapareció.

La venganza contra Coppola

En el fondo Lucas no hacía otra cosa de dar rodeos sobre una película que iba del bien y del mal y, sobre todo, de sí mismo. Así, introdujo a Coppola en su guión en el personaje de Han Solo, en una versión autoaduladora de su relación. Han Solo era más listo que el Imperio (es decir, los estudios) y disfrutaba patinando por el borde del precipicio. Pero apostaba, y perdía mucho; nunca acumulaba dinero suficiente para tener poder real, y tenía un filón autodestructivo de dos kilómetros de ancho. Y, lo que es más importante, perdía a la chica, que se iba con Luke, es decir, George .

El rodaje fue tenso, con varios empleados ofendidos, Carrie Fisher con el pecho vendado con cinta aislante –« No quería ver pechos rebotando en el espacio, nada de tetorras sueltas en el Imperio» , bromeó la actriz– y Harrison Ford quejándose de un diálogo que consideraba pésimo: «George, tú puedes escribir esta mierda si quieres, pero te aseguro que decirla es imposible».

Si las impresiones sobre los borradores fueron malas y le deprimían ya que sus amigos le decían que fuera «más artístico» e hiciera más Taxi drivers y menos guerras de las galaxias, las opiniones después de la proyección fueron pésimas y todavía más crueles. Sobre todo por parte de Brian de Palma, con quien eligió el casting para la película. En el montaje que proyectó George Lucas antes de pedir franqueza y anotar frebrilmente las críticas en una libreta, la Fuerza se llamaba «la Fuerza de los Otros» y el director de «Carrie», sin miramientos, le espetó: « ¿Quién es ese Pedo de los Otros? Y el paseo del comienzo parece escrito en un sendero de entrada para coches. No termina nunca. No se entiende nada».

El «perro rabioso» de De Palma

De Palma hizo una pausa para ver cómo sentaban sus palabras , pero todavía guardaba balas en la recámara: «En el primer acto, ¿dónde estamos? ¿Quiénes son esos tipos peludos? ¿Y quiénes son esos que van vestidos como el hombre de latón de El mago de Oz? ¿Qué clase de película quieres hacer? No has tenido en cuenta al público , has vaporizado a los espectadores. Es imposible saber qué ocurre en la pantalla (...) Tienes que quitar esa mierda del Jedi Bendu, nadie va a entender de qué hablas».

De Palma se excedió, algo evidente para todos los presentes en la proyección de ese montaje, que le describieron «como un perro rabioso » aquel día. Con amigos así quién quiere enemigos, debió pensar el creador de Star Wars.

El único que apoyó a George Lucas fue Spielberg , quizás porque se sentía identificado con el director de «THX». «George, es fantástica. Va a hacer cien millones». Y eso en una época en la que casi nada hacía cien millones. «Has conseguido la gran película que hará dinero y trascenderá», le dijo Spielberg, e hicieron una apuesta para ver qué película recaudaba más, si «Encuentros en la tercera fase» o «La guerra de las galaxias», y apuntaron las cifras en sendos libritos de cerillas y los intercambiaron.

Finalmente la película fue un taquillazo y ha recaudado (con el precio actualizado) 3.347,1 millones de dólares. A pesar del crudo augurio de Paul Schrader, que dijo que « La guerra de las galaxias fue la película que devoró el corazón y el alma de Hollywood . Creó la mentalidad del cómic de gran presupuesto», Marcia Lucas tenía razón. Ella siempre había dicho que si el público no aplaudía cuando Han Solo aparecía en el último segundo en el Halcón Milenario, para ayudar a Luke Skywalker cuando le perseguía Darth Vader, la película no funcionaría. Los espectadores no solo aplaudieron sino que se pusieron en pie, lo cual, más allá del Festival de Cannes, es una infalible garantía de éxito.

Y para muestra, un botón. Poco después del estreno del Episodio IV de Star Wars, Harrison Ford apareció despeinado, con la camisa hecha jirones y «aspecto de William Holden en Picnic» . Cuando le preguntaron qué le había sucedido, se limitó a contestar con esa característica mueca de indiferencia: «Entré en Tower Records a comprarme un álbum y la gente se me echó encima». Pues eso, un éxito.

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