«Padre no hay más que uno»
Toni Acosta y Leo Harlem, dos cuñados en «la gran familia» de Santiago Segura
Los rostros televisivos apoyan como secundarios al creador de Torrente en su nueva película, una comedia sobre un marido en apuros que tiene que cuidar de sus cinco hijos cuando su mujer se coge vacaciones
«No está nada mal que una comedia veraniega recuerde que todavía queda mucho camino por recorrer para que la conciliación sea real»
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Padre no hay más que uno
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Comentaba Santiago Segura (Madrid, 1965) el pasado domingo en ABC que aspiraba con su nueva película, la comedia «Padre no hay más que uno» , a hacer una versión actualizada de «La gran familia» (1962) para que sus hijas, dentro de treinta años, puedan recordar su infancia y saber cómo era el mundo de entonces. En 2019, sus dos verdaderas hijas, Calma y Sirena , interpretan a dos de los cinco niños que el protagonista, un marido-cuñado y adicto al trabajo (Segura), tiene que cuidar después de que su mujer ( Toni Acosta ) se coja a unas vacaciones-venganza y le marque un gol por la escuadra. La alineación la forman una adolescente «youtuber», puesta de trap y pavo; un chaval que tiene aterrorizado a un compañero de clase (en un emotivo giro de guion, tiene su intríngulis); una cerebrito; una «opositora» a «Operación triunfo» que se sabe «de pe a pa» el repertorio de la Jurado y la Pantoja; y la más pequeña pero matona que tiene que ir al logopeda.
«De pequeñas eran dos monitos como yo, clavaditas. Ahora son guapas», bromea el director sobre el fruto de su relación con la maquilladora María Amaro . Toni Acosta (Tenerife, 1972), que también actuó en el anterior filme de Segura, «Sin rodeos» , solo tiene palabras de agradecimiento: «Me entendí muy bien con él. Es lo típico que dices “Ojalá repitamos”» y, en cuanto tuvo este guion, me lo pasó; fue muy halagador». «Él lleva mucho tiempo currando y sabe mucho. Es un fenómeno de la comedia y sabía lo que quería», comenta Leo Harlem (León, 1962), el «cuñao» de facto del filme, donde le emparejan con otra «cuñada», Silvia Abril , compañera de desmelene y mojitos del personaje de Acosta.
Esta última, ahora protagonista de la serie «Señoras del (h)ampa» , regresa a las salas de cine tras un 2018 en el que acumuló hasta cuatro papeles secundarios; uno de ellos, también como mujer hasta-el-gorro en «El mejor verano de mi vida» ( Dani de la Orden ), donde su marido era precisamente Harlem, en su primer papel protagonista tras su cameo en «Torrente 5». «La vida nos va llevando por las relaciones familiares», bromea la actriz, apenada por el poco tiempo que coinciden en pantalla esta vez.
Al cómico, que acaba de rodar su parte como policía desastre con buen fondo en «Superagente Makey», sí le gustaría dejar de interpretar a padres desastres y hacer de «malo malo». «¡Por salud mental también!», comenta jocosamente este fan de Julio Camba y amigo de Salvador Sostres . Acosta reconoce ir adaptándose a lo que va surgiendo: «Así es mi carrera. "Señoras del (h)ampa" abarca tal abanico de género que no echo de menos otros papeles. Estoy muy contenta». Ambos intérpretes coinciden en que son rachas: «Es como una bola de nieve. Al final, te ven, gusta, te sale otro proyecto y como funciona...», explica Harlem.
Aunque a Segura, como confesó en su entrevista a ABC, no le guste el «cine con mensaje que adoctrine», «Padre no hay más que uno» pone sobre la mesa, a través del humor, un tema muy actual: la responsabilidad de los hombres, como padres y maridos, en la conciliación laboral y familiar. «Hay una generación a la que le está sobreviniendo el cambio. No estaban preparados para un cambio tan grande y utilizan expresiones como "Yo ayudo en casa". Sí ha cambiado y está cambiando, pero no está nada mal que una comedia veraniega recuerde que todavía queda mucho camino por recorrer para que la conciliación seal real », cuenta Acosta, defensora de que aquí Segura le dé un meneo a los clichés. «No tiene por qué ser siempre la mujer la que deja el trabajo fuera de casa, que es lo que casa en la mayoría de veces», critica. Aunque la forma es humorística, Harlem señala la profundidad del filme: «Muchas veces el trabajo de la mujer se ve como residual o sin importancia; cuando lo tiene que hacer un tío, no lo puede hacer e involucra otro desastre».
Los malabares que tiene que hacer el protagonista entre dos trabajos se traslada en la película a todos los miembros de la familia. «La gente tiene que ser excelente en su trabajo, en casa, en la relación con todo el mundo. Las agendas de los adultos y los niños son brutales. Queremos que el chico tenga cuatro actividades extraescolares y hemos generado una presión brutal, muy estresante», desarrolla Harlem, que presume de apañarse con un móvil Nokia. En la película, antes de marcharse de vacaciones, la madre le muestra una pizarra a su marido con todas las actividades de sus hijos; incluso un encuentro fan con El Rubius o un «casting» con Rosa López y Boris Izaguirre .
Y en todo este embrollo, la tecnología juega un papel muy importante con la presencia de –por ejemplo– los grupos de padres de WhatsApp, que más de un quebradero de cabeza ocasionan al matrimonio protagonista. La madre es incapaz de olvidarse del móvil mientras está en la playa de vacaciones. ¿Requisarían ellos los móviles en las salas de cine? «En un teatro», responde Harlem, conocedor de los «cinco avisos» que se dan, sin éxito, en las funciones para que los asistentes apaguen el móvil y no graben. «Tiene que haber algo que deje sin cobertura a la gente que vaya al cine. También es mala educación», responde Acosta.
Aunque la película luego tendrá una segunda vida en Amazon Prime Video , Acosta defiende que «Padre no hay más que uno» tiene que verse en una sala de cine porque «es una película para ver en grupo, quién se ríe y cuándo». La tinerfeña cree que se ha perdido la tradición de ver un filme «en silencio, a oscuras y con mucha gente».
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