Crítica de «Padre no hay más que uno»: Santiago Segura le busca a sus hijos el botón de «off»

Sabiendo que uno no va a encontrarse con el ingenio de Groucho, ni con la elegancia de Hawks o la emoción de Chaplin, no existe ningún motivo para privarse de un buen rato con Santiago Segura y su peculiar parentela.

Santiago Segura
Oti Rodríguez Marchante

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Santiago Segura es un personaje especial, exclusivo , y tiene una imagen y un «bocadillo», un texto que lo acompaña, que de un modo imposible de analizar con lógica resulta coherente. Es alguien que te invita a la risa mientras te insulta , a ti o a tu sensibilidad, porque tiene el maravilloso don de «molestar» sin molestar. Se aleja en esta película del mundo de Torrente y entra a saco en el peligrosísimo terreno de la comedia familiar: el más hereje, libertino y sacrílego en territorio sagrado.

Como en sus Torrente , él mismo es el creador y la criatura, aquí un padre circunstancialmente entregado a la causa de atender a sus cuatro diabólicos hijos mientras que la madre, por exigencias del guion, decide irse de viaje para que él viva la experiencia inolvidable de compaginar trabajo, casa, niños y vivencias escolares y extraescolares.

Es una comedia de enredos y con esa blancura llena de churretes que le proporciona la infancia al día a día; como se pasa entre risas, travesuras, angustias y sentimientos explosivos y contradictorios, podría parecer que no hay en ella letra pequeña o detalles fuera del manual de este tipo de películas. Pero no es así, hay finura en el análisis de personajes y situaciones, como todo lo referente a los chats de mamis del cole y a lo que es oportuno o inadecuado en las relaciones de padres, niños, profesores, cuñados, horarios, alimentos y, de nuevo, ese ejemplar sorprendente de la naturaleza que se conoce como mamis del colegio…

Dentro de su ligereza, de su agradable trivialidad y de su salvaje comicidad, la película está espolvoreada de malicias y de astucias al estilo, digamos, Segura, y tiene muchos detalles, ideas, muchos cables sueltos que al unirlos chisporrotean. Personalmente, creo que la parte vacacional de Toni Acosta y Silvia Abril podría tener un mejor o más fino atado, pero papá Segura, los cuatro niños (a Calma y Sirena Segura se las llevó de casa al rodaje) y sus circunstancias son realmente la versión doméstica de un documental del National Geographic.

Y, en fin, sabiendo que uno no va a encontrarse con el ingenio de Groucho, ni con la elegancia de Hawks o la emoción de Chaplin, no existe ningún motivo para privarse de un buen rato con Santiago Segura y su peculiar parentela.

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