Martin Scorsese, pastor de almas y talentos en «El irlandés»

«En «El irlandés» no dejan de suceder cosas. La diferencia con "Casino" (25 años ya) y "Uno de los nuestros", otros monumentos sobre la mafia, es que sus protagonistas tienen más años y actúan a otro ritmo»

Scorsese da instrucciones a Robert De Niro en el rodaje de El irlandés NETFLIX
Federico Marín Bellón

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Scorsese. Hasta el apellido hipnotiza, sibilante, como la serpiente Sir Kaa . Su carrera abarca medio siglo del mejor cine, donde no escasean las obras maestras, pero detrás de sus maravillas hay otros grandes nombres.

La mirada de Rodrigo Prieto, director de fotografía, es esencial para el lucimiento de « El irlandés », como lo era en «El lobo de Wall Street». No menos importante es el montaje de su insustituible Thelma Schoonmaker, la música de Robbie Robertson -¿recuerdan el grupo The Band y la película «El último vals»?-, la utilización magistral de la banda sonora y el trabajo de Steven Zaillian . Este último, guionista (y a veces director) de títulos tan brillantes como «En busca de Bobby Fischer» y «La lista de Schindler» , ya había contado con el viejo Marty los orígenes de su ciudad en «Gangs of New York». En televisión, porque esto también es televisión y la clave de muchas cosas, es el autor una de las mayores joyas semiocultas de HBO, «The night of».

Investigación de cinco años

En «El irlandés», Zaillian adapta la novela de Charles Brandt, quien siguió durante cinco años al verdadero Frank Sheeran. Scorsese no se priva de llamar para el papel a uno de los suyos, Robert De Niro , cuya ascendencia también es irlandesa, además de italiana. Las lentillas azules subrayan el dato, aunque le hagan parecer el hermano listo de los Baldwin.

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El irlandés

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Pero volvamos a Martin Scorsese, ese genio egoísta y pastor de talentos, un Zidane del cine que canibaliza a sus estrella y las reúne en el campo sin que los egos echen chispas. A Michael Mann casi le dieron el premio Nobel de la Paz cuando juntó en dos planos a De Niro y Pacino. Scorsese los convierte en amigos del alma, con sus cosillas, y además les pone alrededor a Joe Pesci, Harvey Keitel, Bobby Cannavale, Stephen Graham, Ray Romano, Anna Paquin...

Si la lista tiene un defecto es que al director de «Toro salvaje» le cuesta valorar mejor a sus actrices. Se supone que es por los universos que retrata, tan cargados de testosterona, porque después de cinco matrimonios debería haber resuelto parte del misterio. Ellas acaban siempre en segundo plano o en las escenas de transición, que son a veces -es uno de sus trucos- las más importantes.

El otro gran aliado de Scorsese en «El irlandés» es el tiempo. El que tiene él, 76 años, y el que le han dejado que dure su película: 210 minutos. Presupuestos aparte, es donde entra en juego la paciencia y la cartera de Netflix. Si la película se proyecta en algunos cines es porque merece la pena verla en una pantalla grande, pero sobre todo porque así tiene opción de repetir la «operación Roma» y participar en los Oscar, por lo general ratillas con el maestro.

El lujo del metraje

En realidad, una película que se va a las tres horas y media tiene poco sentido comercial, más allá del axioma que dice que un largometraje no debería durar más que la resistencia de la vejiga humana. En un día caben menos pases y la recaudación siempre será más baja que si la cinta tuviera una duración convencional. Los 180 minutos de «El lobo...» ya eran suicidas.

A cambio de esta concesión, impensable en una obra convencional producida por un estudio de cine, Scorsese tiene la oportunidad de su vida: contar sin prisas y sin renunciar a nada una historia compleja y llena de personajes, como casi todas las suyas, por otro lado. En manos de un cineasta «normal», el resultado sería dañino, como mínimo. Incluso en las suyas, tan sabias, alguno habría preferido algo de contención, pero el viejo sabe lo que se hace y cuando levanta un poco el pie del acelerador no es para llevar la historia a contemplar paisajes . No hace «un Cuarón», en resumen.

En «El irlandés» no dejan de suceder cosas. La diferencia con «Casino» (25 años ya) y «Uno de los nuestros», otros monumentos sobre la mafia, es que sus protagonistas tienen más años y actúan a otro ritmo. Hay más tiempo para la reflexión y para saborear o lamentar la traición, inherente al negocio.

Sobre el truquito de dar a los personajes la edad deseada sin cambiar de actor, se confirma que sigue siendo más natural envejecer que lo contrario. Los efectos desconciertan algo, pero pasados los primeros minutos el espectador olvida a los cabezudos y se queda con sus almas perdidas.

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