Crítica de «El irlandés»: La fuerza del sindicato y la autoridad del crimen

«Scorsese ha construido su película como el alma de su personaje: calmada, leal, cruel, fría y sin remordimientos»

Al Pacino y Robert de Niro, bajo los efectos del CGI en «El irlandés»
Oti Rodríguez Marchante

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Aun aquellos que no consideren a Martin Scorsese como el más grande cineasta vivo tendrán que aceptar, al menos, que no baja del pódium en la clasificación de directores que hacen películas sobre la mafia. En « El irlandés » entra una vez más en ese terreno del hampa a través de un personaje real, Frank Sheeran, sicario y colaborador del mítico sindicalista Jimmy Hoffa. Estos dos personajes y su conexión con el solapado mafioso Russ Bufalino forman la geometría perfecta de esta película, una trinidad aurea formada por los actores Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci. No perjudica saber ya de « El irlandés » dos detalles importantes: 1) dura tres horas y media . 2) tiene un discurrir parsimonioso, alejado de ese ritmo colérico y bombeo de adrenalina de películas como «Uno de los nuestros» . Sobre esas tres horas y media, que se disfrutan y pasan y pesan con deleite cinematográfico, pues tal vez esté la clave en su productor (Netflix) y su destinatario (la televisión); y sobre su narrativa sobria, serena, reflexiva y su ritmo sosegado, conviene observar quién es la fuente de la historia, el narrador: un viejo Frank Sheeran, ya en sus estertores y anclado en una residencia de ancianos, que recuerda, o confiesa, los pormenores de su vida criminal, familiar y amistosa.

Al narrador llega la cámara en la primera escena tras un largo recorrido (travelling) por las estancias y los personajes de esa residencia, hasta que lo encuentra sentado, apagado, un Robert De Niro que coge al vuelo su propia voz en off y arranca con la historia. Es un plano largo, movido, brillante y que marca el estilo y músculo de su director: lo hace porque puede, y no realmente porque contribuya al relato, que empieza ya después, en los ojos y la voz de De Niro. Hay saltos de tiempo, y por lo tanto de edades en los personajes…, y por lo tanto de retoques físicos en los tres actores, ya de una edad considerable. Ese «repintar» al actor es siempre un riesgo, pero Scorsese (y De Niro, Pesci y Pacino) lo asume sin sonrojo ( cada espectador decidirá si también lo asume ) porque, en realidad, no le afecta ni al desarrollo de la trama ni a su verosimilitud.

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El irlandés

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El irlandés

Scorsese estructura el relato para que nos instruya en cómo se organizaron las tramas y las rivalidades de poder y políticas alrededor de ese personaje legendario de Jimmy Hoffa, el desatado Pacino, e incluso ofrece una versión plausible y shakespeariana de su «desaparición», un misterio que la realidad aún no ha resuelto. Pero lo más sustancioso de «El irlandés» no son sus hipótesis ni sus disertaciones sobre el hampa y sus códigos, sino los hilos que tensa y afloja entre su trío protagonista, untados de amistad, cautelas, fidelidad, reglas y un rigor que estremece . Las escenas brutales no abundan, pero crujen como astillas rotas, y pone el acento Scorsese en el plano corto, en las jetas, las miradas (las de la hija, sugerente Anna Paquin, a su padre), la intuición de los gestos, territorio en los que un desconocido Pesci cambia su habitual irascible por un apacible cascabel de serpiente… No hay duda: Scorsese ha construido su película como el alma de su personaje : calmada, leal, cruel, fría y sin remordimientos.

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