‘Loli Tormenta’, el testamento inmaculado de Agustí Villaronga, un cineasta tenebroso

La película póstuma del cineasta se estrena este viernes en los cines

Muere Agustí Villaronga, el cineasta de la belleza incómoda

Susi Sánchez y Agustí VIllaronga, en 'Loli tormenta'
Oti Rodríguez Marchante

Esta funcionalidad es sólo para registrados

No hay vuelta de hoja en la filmografía de Agustí Villaronga y esta película es la última, la que cierra y la que, por lo tanto, permite establecer en ellos, filmografía y persona, una línea, un itinerario, una trayectoria hasta la meta. Y en el caso de Villaronga, o de su obra, se puede acentuar el hecho de que entre su primera película, ‘Tras el cristal’, y esta última, ‘Loli Tormenta’ , hay una distancia tan enorme que no se suele recorrer en solo una vida. Y no se refiere esto a ingredientes circunstanciales que operan en cualquier película, mejor o peor guion, mayor o menor acierto o fortuna, sino a algo esencial: el modo de mirar el mundo.

Recordemos que ‘Tras el cristal’ era una película oscurísima, tenebrosa y que hablaba de la infancia, la perversión y el abuso, y observamos con asombro que en ‘Loli Tormenta’ habla también de la infancia, incluso del dolor y las pérdidas, pero desde un lugar completamente distinto, sin el menor amparo de elementos sombríos o demoníacos. El recorrido que comenzó hace casi cuarenta años con una mirada implacable ha llegado a una meta en la que la dureza extrema se ha convertido en compasión y el drama irrespirable en comedia.

La historia de ‘Loli Tormenta’ no es, en realidad, agradable, pero la evolución de la mirada de Villaronga la convierte en amable, encantadora. Un argumento tramado junto a Mario Torrecillas, en el que tiene un personaje fuerte, ella, Loli Tormenta, una abuela que vive con sus dos nietos huérfanos y que es un elogio a la vitalidad, la extravagancia y el tesón. Pero hay algo que pone en peligro la ‘normalidad’ familiar y que actúa como un grano de pimienta en el guion: cada vez es más evidente que el alzheimer planea sobre la cabeza de la abuela, y los niños, aún preadolescentes, corren el riesgo de acabar en algún centro de acogida.

El desarrollo tanto de la acción como de los personajes es blanco, hasta el punto de que los inevitables ‘villanos’ de la fábula apenas si tienen un dedal de maldad. La cámara se centra con mucho acierto en una actriz como Susi Sánchez, capaz de poner en pie un personaje rodeado de fatalidad y llenarlo de alegría, de gracia y de lecciones de vida; ella es, sin duda, el gran acierto de Villaronga para esta película que tiene tanto a la vista y tanto escondido sobre un estado terminal.

Película de despedida

La rodó Villaronga justo en ese estado, con la premura de terminarla antes de morir y sin que le diera tiempo a las afinaciones del montaje, pero lo que brilla en ‘Loli Tormenta’ es precisamente lo contrario, lo luminoso, lo esperanzador y lo compasivo hacia el mundo. Es la mirada de alguien con ilusión, con buen humor; alguien que mira la infancia, la vejez, el barrio y sus gentes con deferencia. Alguien comprensivo, virtuoso. Y capaz de sostener algunos de los desequilibrios entre la interpretación de los actores veteranos, como Celso Bugallo o Fernando Esteso, que llenan el plano con maestría, y los chiquillos, con una tendencia natural a dispersarlo.

Puesto que Agustí Villaronga sabía que era su película testamentaria, ‘Loli Tormenta’, tan positiva, grata, blanca, buena y voluntariosa, tiene además un significado enorme, pues nadie deja en testamento lo que no posee.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación