Festival de Cannes

A Nanni Moretti se le cala la vespa y a Bergman le afanan su isla

El italiano presentó ‘Tre piani’ y Mia Hansen-Løve se acerca al director sueco con una decepcionante película

Nanni Moretti (Tre piani) y la actriz del filme, Alba Rohrwacher REUTERS
Oti Rodríguez Marchante

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El festival de Cannes se puso ayer un poco borde con el personal de la crítica y le metió siete horas seguidas de películas a competición, tres de ellas se las llevó solitas la película japonesa ‘Drive my car’, de Hamaguchi Ryusuke , que, por otra parte, fue la mejor y más interesante de ellas; y las otras cuatro horas se las repartieron la italiana ‘Tre piani’, de Nanni Moretti, y la francesa ‘La isla de Bergman’, de Mia Hansen-Løve. En fin, que se entraba muy de mañana y recién duchado, y se salía a media tarde y para meterse en la ducha.

La de Nanni Moretti, ‘Tre piani’ (o sea, tres pisos, no tres pianos), es muy de su estilo atento a lo social, a lo moral, pero se le nota que su vespa ya no pasa fácilmente la ITV. Cuenta las historias dramáticas de tres familias que viven en el mismo edificio y cuyos problemas vienen a ser un repaso a las páginas de sucesos y sociedad de cualquier diario: un joven, hijo de un juez retirado, vuelve borracho a casa y con su coche atropella y mata a una mujer; un joven matrimonio que deja a su hija pequeña a cargo del vecino, anciano y demente, y se provoca un malentendido que derrumbará sus vidas; una mujer da a luz y se siente sola y deprimida porque su marido trabaja fuera y está ausente durante semanas…

Sin duda, Moretti quiere hablar de soledades, convivencias, equívocos, apariencias, sospechas, abusos, rencores y sentido común, pero conduce su historia sin prestarle demasiada atención al embrague y al freno: se le va la mano en el desarrollo y en decir cosas que ya te ha mostrado o sugerido, y busca la emoción en los instantes posteriores a que el espectador la pilló (o no). Es una película muy sentida y también excesivamente consentida, con buenas y melodramáticas interpretaciones, con algún rapto de ‘originalidad’ (¡ese cuervo!) que no le pega y con esa conciencia moral de director que ya no se sabe muy bien hacia dónde apunta.

Una elegante sorpresa

La japonesa ‘Drive my car’ tiene mucho material dentro, desde intimidad de pareja a intimidad teatral. El personaje central es un actor y director de escena, y de lo que habla es del doble ‘crack’ que sufre con su mujer y colaboradora en su vida teatral, que empapará las dos horas y media últimas de tristeza, introspección e interesante análisis de cómo se conjuga la obra de ‘Tío Vania’, de Chejov, en su propia vida. Lo mejor de la película es, precisamente, la preparación y ensayos de esa obra , que se pondrá en escena en diversas lenguas (japonés, coreano, inglés e incluso en la lengua de signos) y que propiciará un momento mágico de cine y teatro con la actriz sordomuda que logra fundir texto y silencio en hipnótica interpretación.

Hamaguchi Ryusuke hace u na película elegante, exquisita, con mucho que ver y sentir en ella , y habla de cosas manidas, como el amor, la confianza o la vida compartida de un modo distinto, y probablemente mejor.

‘La isla de Bergman’ parece más bien una película-capricho: me voy a la isla de Fårö, donde vivió y pergeñó algunas de sus películas Bergman, y luego allí, si eso, pues vamos viendo. La directora es Mia Hansen-Løve, casada con el también director Olivier Assayas, y nos ofrece un buen paseo turístico por ese mundo que construyó el director sueco. Es ficción, y allí llegan Tim Roth y Vicky Krieps en los papeles de pareja, director y guionista de una película muy poco bergmaniana. Como la historia de estos personajes da para poco , digamos media película, Hansen-Løve decide un sorprendente relleno de la otra media con el guion que escribe la mujer y le cuenta al marido, que le interesa tanto como al espectador, pues no pasa de folletín vulgarote y que protagonizan Mia Wasikowska y Anders Danielsen. Tal vez tenga algo de provecho todo esto, pero si lo ve Bergman, y en su isla, la vuela por los aires.

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