‘La chica del brazalete’: La adolescencia en el banquillo

El francés Demoustier filma una sorprendente película de juicios que retrata a una generación

Melissa Guers es ‘La chica del brazalete’
Fernando Muñoz

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Cuenta el cineasta francés Stéphane Demoustier que la génesis de su proyecto nació leyendo un caso similar al que ficciona en ‘La chica del brazalete’ en Argentina. Pero el verdadero motivo que le empujó a escribir y dirigir su tercera película fueron sus hijos. Cuando se convirtió en padre comenzó a preguntarse hasta qué punto es posible conocer a la carne de tu carne. Y así se dispuso a dar forma a esta sorprendente historia de juicios en la que retrata a una generación, pero no a la de la adolescente protagonista, sino a la de los que la miran desde la sala. Y, de paso, a los espectadores.

«Creo que los que tenemos hijos, de alguna manera, esa pregunta de hasta qué punto los conocemos siempre nos la hacemos. Esa idea de tener a alguien tan cerca de ti y que pueda ser tan diferente lejos de tu lado siempre está», explica el cineasta, de visita en Madrid para presentar una película en la que, poco a poco, como parte del jurado, los padres y el público van desentrañando los misterios que rodean a esta adolescente a la que la Policía acusa de haber asesinado a su mejor amiga. El motivo que la habría llevado, según la Fiscalía, a cometer un acto tan salvaje. Ella se excusa: cuando salió de la casa, tras una fiesta con compañeros del instituto, la víctima todavía seguía con vida.

Cosas de la edad

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La chica del brazalete

La chica del brazalete

Desde el banquillo, la acusada comienza a ver cómo la Fiscalía prepara un arsenal de pruebas que van desde grabaciones de los móviles de sus compañeros a mensajes en las redes sociales. Uno de ellos era una amenaza de muerte. «Publicó que la quería matar como antes le dijo ‘Te quiero’. Todos lo decimos sin que signifique nada», dice una de las testigos, que compartía pupitre con la protagonista. «Me atraían las ganas de rodar un juicio, que es algo muy cinematográfico, pero lo que me interesaba, y no se ve en las películas americanas de juicios, es que el espectador está en la misma situación de alguien que asiste a la sala: en un juicio donde no hay pruebas irrefutables, cuando se llega al veredicto, las dudas siguen ahí planeando, y quería que los espectadores, cada uno según su experiencia, se mojara en un sentido u otro», desgrana el cineasta.

Para ratificar su planteamiento, Demoustier reunió a jóvenes de la edad de su personaje central para que le ayudaran a hacer creíble sus vivencias y, sobre todo, lo que la jueza y el jurado veían en los ‘smartphones’ de los chicos. «No quería que ese retrato que presento de los jóvenes fuera una cosa que respondiera a fantasmas míos», apunta sobre los casos de chantaje entre adolescentes por vídeos íntimos. «Lo que me llamó la atención es que tenía miedo de ir muy lejos con esos vídeos, de haber fantaseado demasiado, y se lo enseñé a adolescentes, y todos me decían que les eran familiares, que conocían a gente que les había pasado cosas así. Ese tipo de historias ya son algo banal para ellos. Banal no, porque es violento para los que lo viven, pero sí habitual», explica el director, que concentra toda esa experiencia en la mirada de la debutante Melissa Guers, que eleva esta original forma de contar los prejuicios sobre la adolescencia.

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