«Los dos Papas», de Netflix, injusta con Benedicto XVI

No se pone de relieve la portentosa capacidad intelectual de Ratzinger, ni a su pasión dialogante

Fotograma de «Los dos Papas», de Netflix
Hughes .

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Hay algo tramposo en «Los dos Papas» . Nos atrae de ella un episodio reciente lleno de misterio, la renuncia de Benedicto y su sustitución por Francisco, pero lo que obtenemos al verla no es una explicación ajustada, sino una fantasía que se confunde deliberadamente con los hechos reales.

La ficción se aleja además por un camino desigual en el que Bergoglio es mirado con enorme simpatía mientras se concentran en Ratzinger todos los clichés.

Benedicto es huraño, poco simpático, tradicional y enemigo firme de cualquier reforma. Alguien tan fuera del mundo, en definitiva, que no conoce a los Beatles. Francisco es humilde, campechano, pide pizza, baila tangos y habla de fútbol con los obreros.

La película enaltece al Papa Francisco , intérprete de una sensibilidad actualísima, y es muy cicatera con Benedicto. No se hace justicia a su portentosa capacidad intelectual , ni a su pasión dialogante. Tampoco su físico es del todo captado por Hopkins, que sí logra al final de su recreación cierta auctoritas, pero no puede, por simple naturaleza, reflejar ese cautivador y delicado contraste entre la consunción de Ratzinger y su fuerza intelectual.

Pero quizás sea la sospecha de su inacción en los casos de abusos sexuales lo peor de todo. Se deja entrever, con una fea elipsis, que no actuó siendo conocedor de algunas cosas. Será la mirada de Francisco, su perdón y efecto, el que lleve la emoción a Ratzinger en un happy ending en el que juntos observan el fallo de Higuaín (quizás la expresión más simbólica posible de la condición errática del ser humano).

Hay un momento clave en que Benedicto confiesa a Bergoglio que su dedicación al estudio fue un alejamiento temprano de la vida. Pero fue su fortaleza intelectual, precisamente, la que nos abrió el sentido del mundo actual, y la que le permitió estar vigilante y ser fiel a Dios cuando pudo haberse extraviado.

De esa manera desequilibrada y algo superficial , la película desemboca, aunque solo lo insinúa, en un debate entre la Iglesia como expresión de Dios en el mundo y una Iglesia confundida en lo temporal, arrebatada por el Espíritu de la Humanidad en su incansable progreso.

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