Crítica de 'La voluntaria': Carmen Machi y las distintas formas de ser bueno
La actriz da un recital en la película de Nely Reguera, que aborda con nuevos ojos el trabajo de los voluntarios
«Quien salva una vida, salva al universo entero», dice un proverbio hebreo que conocemos por 'La lista de Schindler' . Carmen Machi es Marisa, una doctora jubilada que viaja como voluntaria a un campo de refugiados griego. Allí descubre que es mejor concentrarse en un solo muchacho que intentar arreglar el mundo con solo dos brazos. Aprende otras cosas, en realidad.
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Además de la presencia permanente en pantalla de la actriz y de la transparente puesta en escena de Nely Reguera , en su segundo largo después de 'María y los demás' , la historia sobresale porque muestra con sutileza la complejidad que implica 'hacer el bien'. Marisa choca con el equipo de voluntarios 'profesional', lo que permite a la cineasta reflexionar en varias direcciones, ambas interesantes y sin hacer nunca sangre.
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'La voluntaria'
Por un lado está la duda permanente de si ayudamos a los demás por pura bondad o es un subterfugio para intentar sentirnos mejor. Por otro, la entrega de la protagonista choca contra la burocracia, el reglamento y los protocolos de unos 'niñatos' que quizá han perdido la ilusión por su labor. Itsaso Arana ('La virgen de agosto') representa muy bien ese muro irritante contra el que se estrella Machi.
Es fácil ponerse del lado de la más veterana, aunque solo sea por el peso de su filmografía y por la condescendencia que es tratado su personaje, pero sospecho que Reguera no quiere colarnos ningún mensaje en forma de píldora. Su guion, que firma con Eduard Sola y Valentina Viso , maneja con astuta ambigüedad las situaciones para mostrar las contradicciones de la situación.
Que la película no dé mascado su punto de vista es una muestra de inteligencia y de valor, porque puede desconcertar al espectador. También es menos espectacular que otro título reciente sobre el asunto, 'Mediterráneo' , excelente de una manera muy distinta.
Por otro lado, no se trata de ilustrar otra cita clásica: «El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones». Los cooperantes profesionales y la aficionada están en el mismo barco, pero no reman casi nunca en la misma dirección ni con las mismas ganas. Quizá por eso, la trama encalla en algún momento, en una situación que solo se podía animar con una trifulca mayor, solución poco consecuente con el tono general de la película. Cuando más discuten, de hecho, el nivel desciende un peldaño, que se recupera con creces en el elegante final , que no necesita diálogos para terminar en lo más alto.
