Crítica de 'Scream VI': Ghostface da más ‘cornás’ que el hambre

El ritmo es de prueba de velocidad, el tono tiene ese puntillo entre satírico y brutal, y los giros y vueltas del guion procuran momentos realmente estelares

El mito destripado de Freddy Krueger, el macabro asesino que enterró a Robert Englund

Ghostface sembrando el miedo en 'Scream VI'
Oti Rodríguez Marchante

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La interminable franquicia lleva más de veinticinco años en activo y aún se las arregla para que su público, muy numeroso y entregado, siga ahí expectante y curioso por ver quién recoge la máscara y quién maneja la colección de cuchillos y tranchetes. Ha habido recambio de director (ya en la anterior no estaba Wes Craven ), también de personajes y de protagonistas (Neve Campbell y David Arquette son ya historia en la serie), pero lo esencial de ella se mantiene: la cara de susto de Gosthface, el portador de la máscara y la navajería, y la tozudez en no dejarse matar del equipo jovenzuelo al que persigue obsesivamente, en las dos últimas entregas encabezado por Melissa Barrera y Jenna Ortega , emparentadas con los orígenes y jaleos de la película original.

Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet dirigen el nuevo rumbo de ‘Scream’ y sitúan la historia en Nueva York y le da, siendo esencialmente lo mismo, un interesante aire moderno, como si puestos a apuñalar mucho también quisieran apuñalar su rollo colegial, adolescente y provinciano. Aunque lo más sobresaliente de la nueva historia es su voluntad de ser consciente de su posición en la franquicia: el guion juega a ir armándose dentro de la lógica y las claves de la serie de películas, con lo que convierte en útil (pero no necesario) el haberlas visto y tomar toda la trama como un pasapantallas divertido. Y con la intriga de saber o sospechar quién es ahora el bruto Ghostface se salva esta entrega, que es de las mejores.

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El argumento nos presenta a las hermanas Carpenter, Sam y Tara, en Nueva York y aparentemente a salvo de Ghostface, pero enseguida la historia reúne a los supervivientes de la anterior película, incluida la periodista Gale Weathers que interpreta una vez más Courteney Cox , y empieza el macabro juego de llamadas, persecuciones, cuchilladas e intriga en la que todos, o casi, son sospechosos. El ritmo es de prueba de velocidad, el tono tiene ese puntillo entre satírico y brutal (la ‘faca’ del asesino siempre busca el lugar más escandaloso, como la nariz o el ojo, donde duele solo el verla clavarse), y los giros y vueltas del guion procuran momentos realmente estelares, como en la casa de las chicas o en el Metro neoyorquino, que son como un puñado de sal en la sartén.

La utilización de los tópicos del ‘slasher’, ese subgénero que recubre el cine de terror con papel de empaquetar casquería, lo manejan los personajes con graciosa autoconsciencia: ahora vamos donde no debemos… uno se separa y… cualquiera de nosotros puede ser Ghostface… las luces se apagan… la música sube… en fin, todo calculado y hasta con su gracia y vistosidad para que los amantes de este tipo de cine lo disfruten. Los demás, a otra cosa.

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