Crítica de 'Madeleine Collins': Vida y madre paralela

Su tono, rarezas y atmósfera están más cerca de lo buñueliano que de Hitchcock

Quim Gutiérrez y Virginie Efira en 'Madeleine Collins'
Oti Rodríguez Marchante

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Interesante ejercicio narrativo que se complace en mantener al espectador en el trenzado (tricoteo) de una historia en la que siempre va unos pasos por detrás de los personajes, su comportamiento y su comprensión. Antoine Barraud propone una intriga familiar de doble cara en la que su protagonista, una mujer desdoblada en dos casas, dos personalidades, dos familias, está ligera pero olorosamente perfumada con el aroma de la Kim Novak de 'Vértigo', aunque solo sea porque bascula entre los mismos nombres, Judy (Judith) y Madeleine; por lo demás, su tono, rarezas y atmósfera están más cerca de lo buñueliano que de Hitchcock.

Ese personaje extraño, tenso y a ratos conmovedor lo interpreta la actriz belga Virginie Efira , mujer de grandes talentos físicos y, por sus últimos trabajos, de no menores capacidades interpretativas para embadurnarse emocionalmente en su papel. Recientemente protagonizó 'Benedetta', del rijoso Verhoeven , donde conseguía arrancar de la vulgaridad de los tópicos a su monja lesbiana. Aquí, con su Judith-Madeleine, pone emoción donde falta explicación y consigue que lo intrigante del personaje tenga cercano al espectador durante más tiempo de lo razonable.

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Madeleine Collins

Madeleine Collins

El angustioso argumento salta de una casa en París a otra en Ginebra, de su marido, director de orquesta ( Bruno Salomone ), a su amante-marido junto a su pequeña hija, personaje que interpreta Quim Gutiérrez , y esos saltos que son misteriosos para los de fuera de la pantalla parecen naturales y comprensibles para los de dentro: ahí está la intriga, el gota a gota de suspense que la película va derramando y descubriendo sobre el espectador.

Como relato descabellado, conserva la esencia de su intriga hasta casi su desenlace, que encierra dramas, traumas y una ambigüedad de rectitud y retorcimiento; y también conserva su calidad de lo insólito, de lo no vulgar, de lo inverosímil y plausible. Lo que, junto a Virginie Efira, le proporciona un buen motivo para verla.

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