Crítica de «Larga vida y prosperidad»: Tras la estela del señor Spock
La idea del viaje como aventura insólita, como hazaña que sobrepasa los límites de la sensatez y la supervivencia del viajero, es probablemente la esencial y mejor explotada de este pequeño drama íntimo del protagonista
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La idea del viaje como aventura insólita, como hazaña que sobrepasa los límites de la sensatez y la supervivencia del viajero es probablemente la esencial y mejor explotada de este pequeño drama íntimo del protagonista, una joven autista repleta de sentimientos atorados en su interior y que decide trasladarse desde la clínica en la que vive hasta la ciudad de Los Angeles. En su interior, la empresa es comparable a la de Colón y sus naves o a la de los primeros astronautas. En su exterior, la película es una «road movie» amable, con cierta intensidad sentimental y con ese punto de superación «peliculero» que se instala fácilmente en el celuloide.
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Larga vida y prosperidad
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El personaje central lo interpreta Dakota Fanning con tanta seriedad que le abre una espita a un cálido sentido del humor, y su vida laboral, cómo se desenvuelve en la calle o cómo enfoca su indudable talento recóndito hacia la escritura y su pasión por la serie «Star Trek», están descritas por el director Ben Lewin con buenas dosis de pegamento… En realidad, el paralelismo entre la aventura personal y la de los principales protagonistas de la serie (Spock y Kirk) está tratado con un interesante compuesto de lírica naïf, que debería ser apreciada como un elogio a ese mundo «trekkie» siempre alerta con las orejas puntiagudas.
Es evidente que no hay una pretensión de desgarro ni de síncopes en el manejo del drama, ni calado crítico en la mirada al autismo, a la dependencia o al mal en el mundo, sino una agradable y en clave «indie» condescendencia con sus personajes y con el propio espectador, que, según y cómo y quién, será bienvenida.
