Crítica de «De Gaulle»: La Francia claudicante, la Francia resistente
La cinta francesa repasa la vida del líder de la resistencia durante la ocupación nazi
El director Gabriel Le Bomin entra con modales franceses y calculadamente refinados en un episodio de la historia de Francia muy espinoso, cuando aceptó el armisticio con la Alemania nazi que ocupó el país, pero lo hace a través de su Cara B, o su mejor cara, es decir, anteponiendo la figura de Charles De Gaulle (la resistencia) a la de Philippe Petain (la rendición) y su régimen colaboracionista en Vichy. La película, muy bien asistida y ambientada cinematográficamente, se centra en la figura de De Gaulle , que interpreta con mucha credibilidad y no menos maquillaje Lambert Wilson, y en su peripecia política y sus desvelos familiares.
En esos dos terrenos, Le Bomin consigue un retrato poderoso del militar patriota y del marido y padre sensible y humano (subraya con ternura la relación que mantenía con su hija menor, con síndrome de Down), y organiza la estructura narrativa y la intriga política y familiar para que se suelden estas dos ideas en la figura de De Gaulle. Como es natural, para mantener el espíritu francés en su relato, evita entrar en lo escabroso de la Historia más allá de algunos momentos terribles durante el éxodo de miles de franceses entre los bombardeos, y se concentra en la intuición épica del general, su relación con Churchill y su idea tan «kennedyana» o «macroniana» de que Francia no está sola. En cualquier caso, una película admirable para levantar el ánimo a la tropa, que anda por los suelos.
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De Gaulle
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