Crítica de «El creyente»: Drama que aprieta pero no ahoga

«El creyente» puede ser visto, por tanto, como un prodigio de iluminación o como un viaje tedioso al interior del ser humano, al menos para el espectador moderno, tan mal acostumbrado

Escena de El creyente
Federico Marín Bellón

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Un joven heroinómano ingresa en una comunidad religiosa que propone la rehabilitación a partir del espíritu. Cuerpo sano en alma sana. La variedad de estados de ánimo que atraviesa el protagonista ( el premiado Anthony Bajon ) ofrece momentos de gran intensidad, pero Cédric Kahn , director y coguionista, los afronta con su habitual modo sosegado, como si le diera pereza o pudor entregarse del todo a la causa. El cineasta francés vuelve a plantear asuntos trascendentes desde una distancia acrítica. Es un estilo limpio y desprovisto de efectismos, que le suele granjear más partidarios entre las minorías que con el público «normal». Con su forma de resistirse a las tentaciones, Kahn parece marcar el camino a su oveja descarriada , de entereza más voluble.

Ficha completa

El creyente

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«El creyente» puede ser visto, por tanto, como un prodigio de iluminación o como un viaje tedioso al interior del ser humano, al menos para el espectador moderno, tan mal acostumbrado. Es una película casi con menos diálogos que rezos, cánticos y gritos desesperados, un reflejo fiel de los frutos del sacrificio, de la solidaridad y de la fe, fingida o verdadera.

Al lado de Bajon destaca la presencia del español Àlex Brendemühl y de la alemana Hanna Schygulla, vieja musa de Fassbinder.

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