Crítica de 'El comensal': Homenaje a las víctimas de ETA, sano y sin odio

Ángeles González Sinde regresa al cine con la adaptación de la novela de Gabriela Ybarra, nieta de un empresario asesinado en 1977

Ginés García Millán, Adriana Ozores y Susana Abaitua, en 'El comensal' A Contracorriente / Mikel Larrea
Federico Marín Bellón

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Gabriela Ybarra ganó logró premios y repercusión con su primera novela, 'El comensal' , con una narración que abarcaba dos épocas y dos muertes: la de su abuelo a manos de ETA, en 1977, y la de su madre por culpa del cáncer, ya en esta década. Esta segunda pérdida fue la que la empujó a escribir, en una suerte de terapia personal que tuvo más alcance del esperado y que Ángeles González Sinde aprovecha para volver al cine, tras su paso por la política.

La novela y la película son distintas, pero ambas se caracterizan por centrar su mirada en la familia de la víctima. Ni siquiera reparan demasiado en el empresario, Javier de Ybarra Iñaki Miramón dibuja en dos trazos su humanidad–, asesinado después de un mes de secuestro. Menos aún interesa el perfil de los terroristas, casi siempre protagonistas de estas obras, a veces para bien, aunque solo sea porque sus acciones son más espectaculares.

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'El comensal'

González Sinde retrata con contención el dolor de la familia y el aislamiento que sufre, fruto del miedo y la falta de solidaridad. En España empezaban los años de plomo y los crímenes por el fanatismo nacionalista estaban tan normalizados como hoy las mascarillas o la corrupción política. Llevar escolta o mirar los bajos del coche antes de montarse eran rutinas interiorizadas para muchos.

Pero tampoco en eso parece demasiado interesada la cámara, que se vuelca en acompañar y apiadarse de los inocentes. El espectador observa las horas y semanas de angustia, con el padre secuestrado, pero se detiene sobre todo en las secuelas del crimen, en unas heridas que no sabe cerrar ni el tiempo.

Ginés García Millán , en modo Adolfo Suárez , alejado de sus papeles de villano, da vida al hijo de la víctima en su etapa adulta. De joven es interpretado por Fernando Oyagüez , en otra acertada elección de reparto. No menos atinadas están Adriana Ozores , Susana Abaitua y Ane Gabarain , estas dos últimas sufridoras profesionales, entrenadas para el dolor en la miniserie 'Patria' . Por ese lado, y casi por cualquier otro, no hay fisuras en el relato, que fluye con naturalidad y sin rencor. Cuando se habla del empresario asesinado, de hecho, se recuerda sobre todo su vertiente religiosa y su petición de perdón hacia sus verdugos.

Esa ausencia absoluta de odio y politización es una de las características esenciales de esta película, que va incluso más lejos que títulos recientes como 'Maixabel' y la citada adaptación de la novela de Fernando Aramburu .

De tan pacífica, casi el único pero que se le puede poner a la película es que le falta algo de garra, alguna trampa lícita y cinematográfica con la que emocionar al espectador. Es una obra que apunta al corazón y a la cabeza, pero que jamás apela a las tripas del público. Es una forma encomiable y casi contraproducente de filmar, digna de aplauso.

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