Crítica de 'Camera café, la película': Corto de Bernardo y sin azúcar

Ernesto Sevilla dirige la adaptación de la serie de televisión que se hizo popular por sus capítulos-cápsula y por estar grabada en un único escenario

Esperanza Pedreño, Arturo Valls y Carlos Chamarro, en una imagen de 'Camera café, la película'
Federico Marín Bellón

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Cada español, un café. En pocas cosas se ilustra mejor el abismo que nos separa. La comedia con la que Ernesto Sevilla debuta como director de cine depende como pocas de algo tan subjetivo como los gustos, manías y estados de ánimo del espectador. Su proyección en el teatro Cervantes de Málaga sedujo con escasos matices a los periodistas que cubrían el festival. En la distancia, inmunes al entusiasmo colectivo, sus colegas menos viajeros han tenido reacciones muy distintas. El mejor café pierde en vaso de plástico y el peor grano gana molido en buena compañía.

El fenómeno del que nace esta película es reciente. No hace falta explicar que 'Camera café' triunfó como serie gracias a un formato genial importado de Francia, puede que el último rompedor de verdad entre todos los vistos en televisión. Sus cápsulas de unos cinco minutos entraban solas y se consumieron en cantidades industriales, que anulaban la idea original de trago corto. Los españoles se tomaron cientos de ellas en la primera década del siglo XXI.

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'Camera café, la película'

Ayudaba el acompañamiento de unos personajes que daban en el clavo a la hora de retratar nuestras miserias, recuperadas ahora, para bien o para mal, en los sitios donde el teletrabajo ha muerto. El recurso al esperpento y un público todavía poco llorica ayudaron en su momento a hacer más digerible la imagen que reflejaba el espejo del televisor. En el cine, de hecho, se ha suavizado el humor, para encajarlo en los nuevos tiempos. Es difícil no usar aquí la palabra 'descafeinado'.

En los apartados técnicos, la revolución de la serie no era menor. Un solo plano, picadito, servía para mirar de arriba abajo el ecosistema de una oficina cualquiera. En resumen, era una idiotez muy bien pensada. 'Camera café, la película' hereda los personajes, a todos los que puede, y se quita el corsé del único escenario a las primeras de cambio. El ejercicio de estilo se diluye por completo en busca de libertad creativa. Yo creo que perdemos con el cambio.

Como discutible contraprestación, justo ahí entra en escena el humor chanante , del que Sevilla es uno de sus máximos exponentes. En la cocina tiene un par de guionistas también con denominación de origen manchega, como Raúl Cimas y Joaquín Reyes , a los que se añaden las aportaciones de Miguel Esteban . No hay mucha gente más graciosa capaz de cumplir la misión, pero son como tres delanteros de primer nivel huérfanos de algo de construcción en el centro del campo.

A cambio de ese limado de aristas, los guionistas se permiten chistes e ideas al borde de la ruptura, que quizá emocionen a un semiólogo del lenguaje audiovisual, pero los gags están lanzados como quien da de comer a las gallinas . Quedan demasiado dispersos para tratarse de una obra con vocación de película, pero tampoco hay que tomarse demasiado en serio estas objeciones. De 'Aterriza como puedas' se dijeron cosas peores y ha pasado por encima de sus críticos.

'Camera café' tiene momentos de inspiración, incluidas las sorpresas musicales, que no encajan en el conjunto pero tienen algo. Aportan más, desde luego, que las apariciones populistas de Ibai Llanos y Karina . Dentro del reparto, que en general sabe bien lo que hace después de tantos ensayos, no ha perdido su ternura siempre bien medida Esperanza Pedreño , mientras que la presencia incorpórea de César Sarachu , inolvidable Bernardo, se queda corta.

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