Crítica de «Bacurau»: Caipirinha-wéstern
Si bien la intriga, la acción, es aplastada por la fácil metáfora y el tejido de los clichés, el retrato de la diversidad social y cultural de los habitantes de ese pueblo conserva todo el interés y resulta vistoso
Esta película de los brasileños Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles ganó uno de los premios del Jurado en el pasado Festival de Cannes y sorprendió por su doble y bien tramada condición, de retrato naturalista y mágico en un lugar perdido en el mapa y por su trama de wéstern seco y violento.
El argumento adquiere la forma de una fábula en exceso evidente, pedestre, sobre la difícil supervivencia del pueblo humilde ante el acoso y crueldad del poder, generalmente externo (norteamericano) y aliado con el local (¿Bolsonaro?). Si bien la intriga, la acción, es aplastada por la fácil metáfora y el tejido de los clichés, el retrato de la diversidad social y cultural de los habitantes de ese pueblo conserva todo el interés y resulta vistoso y hasta tiene sus conexiones literarias y de secarral con Juan Rulfo. El protagonista es el pueblo, Bacurau, aunque hay algunas caras conocidas entre la macedonia, como Sonia Braga o Udo Kier.
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