Las pilas fueron colocadas con gran precisión, como puede verse a la izquierda, y el tramo móvil se convirtió en el más grande del mundo en el momento de su apertura hace casi 37 años.
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Ocho lustros sobre el agua

El inicio de la construcción de La Pepa coincidirá con el aniversario del comienzo de los trabajos del José León de Carranza

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En sólo un año, la historia de Cádiz se repetirá y muchos gaditanos serán testigos de una sucesión de imágenes que les serán familiares. El inicio de la construcción del Puente de La Pepa en 2007 devolverá a la memoria y arrojará todo tipo de paralelismos con la obra de su hermano mayor, el José León de Carranza, que arrancó también en un año siete, en 1967, y se inauguró 50 meses después, el 29 de octubre de 1969.

Cuarenta siglos entre dos puentes que compartirán páginas en los anales de Cádiz porque ambos son únicos, en distintos parámetros, y porque los dos nacieron como la solución a un grave problema de comunicación en la Bahía. Entonces, el Carranza, el puente más largo y moderno de España, significó una conexión directa entre Puerto Real y Cádiz y permitió ahorrar un gran rodeo para acceder a la capital. Hoy, la nueva estructura diseñada por Javier Manterola, también innovadora por ser la más alta de Europa, dará un descanso a la única plataforma sobre el agua, que sufre un colapso cada vez más dramático por el crecimiento de la Bahía y el fuerte aumento del parque de vehículos, sobre todo en la última década.

Las dos infraestructuras comparten, además, un tramo levadizo, el primero de 60 metros, una cuarta parte de los 245 que se alcanzan en el segundo, y en ambos orígenes se plantea la posibilidad de reservar un carril para un medio de transporte público, entonces el tren y hoy el tranvía. El ferrocarril se desestimó y todo parece indicar que el denominado metro ligero seguirá el mismo camino. Y, como es frecuente en las grandes obras civiles, el presupuesto del Carranza pasó de 142 millones iniciales a más de 600 finales. El de La Pepa ya ha duplicado el coste original de 150 millones. Esperemos que no se llegue también a cuadruplicar.

En la mano de obra también se marcarán importantes distancias, ya que el mayor grado de automatización y mecanización de los procesos de construcción harán reducir el número de operarios: los 150 que trabajaron día y noche a pie de obra se podrían rebajar a sólo 60, según las estimaciones iniciales de ingenieros cercanos al proyecto.

Incluso, cuarenta años parecen no ser nada ya que nuevamente Dragados, aunque en este caso la filial Offshore, ha mostrado ya su interés por acometer la obra, sobre todo en el apartado de las estructuras metálicas que soportarán los 3,1 kilómetros del puente, 1,6 de los cuales sobre las aguas de la Bahía.

Son paralelismos curiosos de una historia que cuarenta años después vuelve a poner a la ciudad a la vanguardia de la ingeniería, la solución para liberarle de sus ataduras y abrirle un horizonte de desarrollo.