Cultura

Una deslumbrante sátira políticamente incorrecta

'El señor de la guerra' es la cinta más valiente e imaginativa surgida de Hollywood en años

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Algún espectador desinformado entrará a ver El señor de la guerra esperando un vehículo de acción al servicio de Nicolas Cage, un actor capaz de alternar espantos -Con-Air, La roca- y maravillas -El ladrón de orquídeas, El hombre del tiempo-. Pocas estrellas hubieran tenido la valentía de encarnar a un traficante de armas tan cínico que es capaz de tirarle a la basura a su hijo una pistola de plástico después de surtir de un arsenal de AK-47 a todo un ejército.

El mérito de este excelente actor es mayor al encarnar a un villano como si fuera un héroe torturado. Andrew Niccol, guionista de El show de Truman y director de Gattaca, contactó con auténticos traficantes de armas. Y se encontró con encantadores hombres de negocios. El personaje de Cage adopta su lujoso estilo de vida y la particular filosofía amoral de quien duerme junto a su mujer y sus niños en un dúplex de Central Park tras haber estrechado la mano de un dictador en algún rincón del Tercer Mundo.

Deslumbrante

El mismo cinismo contagia al deslumbrante filme del neozelandés, cuyos títulos de crédito ya valen el precio de la entrada. Seguimos el proceso de fabricación de una bala desde un punto de vista subjetivo, como si nosotros fuéramos el proyectil. Nos ensamblan y empaquetan en una fábrica rusa y aparecemos en algún lugar perdido de África en guerra. Tras dispararnos, acabamos en la cabeza de un niño.

Sólo han pasado cinco minutos, y El señor de la guerra resulta más políticamente incorrecta que toda la filmografía de Oliver Stone. Una sátira distribuida en España con el logo de un gran estudio, Sony Pictures, que Niccol pudo rodar gracias a la presencia de Cage y a capital de varios países. El rodaje en Sudáfrica proporcionó multitud de escenarios, de ahí que la acción salte a un ritmo febril, sin respiro, de Nueva York a Sierra Leona, de Ucrania a Liberia.

El señor de la guerra no renuncia al espectáculo, sin que sepamos muy bien si estamos ante un thriller, un drama o una intriga política. Ante todo, es un filme de tesis con una clara vocación didáctica: mostrar cómo funciona un negocio colosal suministrándonos toneladas de información. La historia de Yuri Orlov será ficción, pero todo lo demás es real. Hasta las decenas de tanques que aparecen pertenecen a un traficante checo, que, de hecho, posee más unidades que el propio ejército de Chequia. Cuando se rodó la escena hubo que informar a la OTAN para que no se imaginara un ataque a través de sus satélites.

Las características técnicas de los fusiles de asalto, las ferias de armamento con chicas en cueros encima de un tanque, las maneras de burlar embargos internacionales, la inmunidad que los Gobiernos conceden a los traficantes El señor de la guerra resulta tan incómoda e inventiva como las reflexiones de su protagonista, que dejó de venderle armas a Osama Bin Laden: «Pagaba con cheques sin fondos».