EXHIBICIÓN. Fernando Alonso demostró ayer en el Gran Premio de Canadá que sigue siendo el número uno, y así lo celebró cuando salió de su monoplaza. / EFE
Polideportivo

Alonso no concede respiro alguno

El asturiano logra su sexta victoria del campeonato, cuarta consecutiva Schumacher se aferra al segundo puesto por un error de Raikkonen

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No hay respiro en la inclemente escalada de Fernando Alonso en pos de su segundo título. Inflexible, volvió a ganar. Los circuitos del mundo no conocen otro gobernador en el último mes y medio.

Cuatro de cuatro en una cadena que ha convertido lo excepcional en normalidad. En Montreal dedicó una nueva reverencia a su repertorio de saludos: un ave gigante presta para el despegue. Nunca como ayer el símbolo se funde con la realidad. Veinticinco puntos le separan de Michael Schumacher, quien se aferra como una garrapata al segundo puesto al que le condena el asturiano.

Desde el semáforo verde, por encima de los avatares del día, la prueba canadiense certificó la evidencia de que Alonso administra una proverbial facilidad para imponerse a las dificultades. Salió mal Fisichella, pero Raikkonen no llegó nunca a su altura pese al intento de adelantamiento en la vuelta doce. Montoya se ventiló a Rosberg en otra embestida cerril de fogoso colombiano, pero Alonso ya iba por delante. Michael Schumacher fue devorando rivales a favor de viento (el accidente del alocado Montoya, la pasividad de Trulli, las cuitas de Fisichella, el error de Raikkonen en el último giro), pero Alonso se mantuvo imperturbable. Destrozó el coche Villeneuve contra un muro a diez giros de la conclusión, pero el coche de seguridad no alteró el resultado. Los empleados del circuito canadiense comenzaron a colocar las banderas en la parte oculta del podio a cuatro vueltas del final. Los enganches del paño complicaron la tarea y con tres giros por delante, respiraban felices, ya finalizada la tarea. Patinaron las Michelín de Raikkonen, Schumacher le sobrepasó como una centella y los operarios sudaron la gota gorda para cambiar la enseña de Finlandia por la de Alemania. Raikkonen, por cierto, empieza a sumar puntos para convertirse en el Zülle de la temporada. En la primera parada, un mecánico no atinó con la rueda trasera derecha. En la segunda, se paró su motor Mercedes y tuvo que arrancar de nuevo. Hizo 24 segundos en dos detenciones. Y por ahí respiró el asturiano.

El ritmo infernal de Alonso obliga a inspeccionar el calendario y a establecer una diana como punto final de su reluciente campaña. Septiembre, en Monza o por ahí, si continúa la secuencia de Alonso primero y Schumacher segundo. «Ni lo miro. La mejor defensa es seguir atacando», dijo el español.

El riesgo del hartazgo también está ahí. Cuando el dominio es avasallamiento, la emoción se difumina. Se acude a la cita del fin de semana, se espera con paciencia delante del televisor a que el asturiano gane (o no) y hasta la próxima. La ficción hecha realidad.