ARTISTA. José Mercé camina junto a la piscina del Hotel Jerez, donde se hizo la entrevista. / T.S.
JOSÉ MERCÉ CANTAOR

«Soy un niño de la calle Merced que echa de menos su infancia y los patios de vecinos»

José Mercé habla de su vida y de su nuevo trabajo discográfico 'Lo que no se da' con el que tiene comprometidas más de 100 actuaciones

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Cuando José Mercé aparece en el Hotel Jerez lo hace con la grandeza y la sencillez que le caracterizan, sin ánimo de aparentar, yo diría que tímido y, con una inmaculada camisa blanca que le favorece enormemente y le da un toque distinto. Alto, elegante, con vaqueros y, con ese aire especial de sus cabellos que lo distingue del resto de los cantaores flamencos. Sigue sin estar endiosado, pese a haber llegado a la cima y haber pisado los mejores escenarios. Como aquellas tres noches en el Villamarta junto a Moraíto Chico que nunca olvidará, entre otras cosas, porque aún vivía su madre. «Para una madre no hay nada como un hijo y yo siempre recordaré a la mía. No me veía defectos. Era mi mejor fan».

Con Lo que no se da se redescubre un José Mercé que se acerca otra vez a los jóvenes «con una música actual de muchas vibraciones y amores profundos sobre temas sociales». A José le gusta «parir rompiendo aguas en llantos escondidos» que luego nos regala con su impresionante voz mientras rememora su infancia. «Recuerdo mis días en el patio de vecinos cuando las mujeres me decían: come aquí rubito -así me llamaban cariñosamente-, que hoy no te gusta la comida que ha guisado tu madre. Mi familia era muy humilde, pero siempre será la fuerza viva que me acompaña por los caminos del mundo».

Me fijo en sus dientes, perlas que resalta con orgullo, en sus manos, morenas y elegantes que sabrán acariciar, «aunque no la guitarra porque le tengo respeto a esas seis cuerdas capaces de sacar tanta hermosura con un diapasón», en su aire tímido, que no me lo niegue nadie y, en la dulzura del cromatismo azul de sus ojos mientras me dice: «Con cincuenta y un años quiero rescatar del pasado del flamenco una antología única que haga vibrar a quien me escuche».

Las preguntas y las respuestas se suceden: «De pequeño me decían las vecinas que tenía cara de ángel, será por eso que me acerco a los jóvenes y hago llegar el flamenco dónde nadie imaginaba. ¿La política? La respeto, pero paso de ella porque no me gusta la que se está haciendo en éste país; a mí me gusta mi público y mi familia, mi arte, mis partidas de mus y de dominó y, recogerme en mi paraíso de Chipiona, escogido por mí para vivir porque allí cargo las pilas y me gusta su paisanaje. Hay un refrán que dice más vale caer en gracia que ser gracioso y yo caigo bien. Me preocupa la sociedad deshumanizada que ha evolucionado en todo menos en solidaridad. Me gusta ser yo mismo. Como dice la filosofía budista: no es tan importante avanzar como instruirse a sí mismo y saber dónde está lo conveniente. Yo soy una hebra de aire que respira flamenco y no mataría por nada ni por nadie porque no hay justificación, no me gustan los aviones porque son muy estrechos y más de una vez me han puesto un nudo en la garganta -reímos-, me gusta viajar como al pueblo llano, por carretera, que todo está a mano -con Antonio Gades recorrió Europa y América, participó en Bodas de sangre y fue miembro del Ballet Nacional- y desde 1994 en que con catorce años murió mi hijo Curro, veo la vida distinta y me he vuelto menos exigente dando importancia a las cosas que merecen la pena. Si alguna vez lloré fuera del escenario fue entonces -mira al frente y prosigue-, porque la mente del ser humano no está hecha para velar a un hijo -es duro consigo mismo y se le ve curtido-. Tú te dueles del adiós de los que son parte de tu sangre, pero la muerte de un hijo no se razona».

«Yo encamino mi vida a vivir con mis hijas y con mi mujer y el amor se me da por sí solo, me siento feliz, hago lo que me gusta, tengo muchos y buenos amigos y extraño a mi tierra cuando estoy lejos. No, no me cuido demasiado, pero me gusta descansar por la voz ya que fumo bastante aunque no debo. Beber, no bebo apenas; el alcohol no es bueno. ¿Importante? ¿Quién es importante? Yo me siento seguro de mí y de la gente que me quiere; y de mi pelo, pues sí, estoy satisfecho porque me distingue. Te contaré una anécdota: por 1984 fui a actuar a Extremadura y al otro día, extrañado, me llamó mi representante: «¿Querido! ¿Hijo de tu madre! ¿Qué has hecho ayer? ¿Por qué no has ido a cantar?» «¿Por mi madre que estuve allí!», le dije. «Pues el alcalde dice que no, que la próxima vez le mande a José Mercé que es a quien quieren ver y escuchar. Cuando le apunté que me había cortado el pelo ». Reímos, cuenta chistes, bromea y compartimos un café del que se dice vicioso.

«Cuando saqué Confí de fuá, Isidro Muñoz -su compositor- reía conmigo por la aparente frivolidad de un título al que tratamos con la debida exquisitez y con la nota especial de los andaluces. En lugar de dar jamón de pata negra dimos paté de pato. Y un día, en una entrevista de radio, tuve que explicarle a un grupo feminista que intentó ponerme la cara colorá el sentido de nuestras genuinas palabras, porque si tú vas a Cádiz te dirán quillo o pisha» y no hay razón para pensar mal sobre lo que en cierto sector de Andalucía no es una grosería.

Sonríe cuando le hablo de críticas. «Las que tuve o recibo me las tomo a mi aire -nunca mejor dicho para ambos-, porque si las hacen destructivas me resulta una pataleta de quien quiso llegar y se quedó en las puertas; las respeto, pero no las tengo en cuenta porque nadie es más crítico que el que hace su propio arte».

Ha puesto el Teatro Real varias veces de pie. «En Madrid se siente el flamenco como en pocos sitios. No me preocupan las personas para las que actúo sean reyes o lacayos, porque una vez que estoy en el escenario me olvido de colores y galones; yo tengo mis ideas y mis sentimientos pero el escenario es mi lugar, allí soy libre y el flamenco es mi raíz. Cuando Lorca oyó cantar a Manuel Torre en un festival de Granada dijo: «No he escuchado a nadie que lleve más cultura en la sangre». Pero por desgracia esa cultura no está reconocida en este país». Con Lo que no se da tiene pendientes más de cien actuaciones. El éxito está asegurado.

Y José Mercé tal como vino se fue. A su aire. Siendo él mismo y dejando una estela cálida en la periodista y en los clientes del hotel a quienes saludó con simpatía. Así es José Soto Soto. José Mercé. Caballero y maestro del cante que por alegrías, bulerías, fandangos, tangos y soleares, con Lo que no se da de Paco Ortega, remata otra faena. Por esta vez