Antonio Ferrera saluda al respetable. / EFE
SAN ISIDRO LAS VENTAS

Ferrera se gana a pulso y por corazón una oreja

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La corrida de Carriquri fue de serio escaparate. Hondo el toro que rompió; no tan redondo pero despampanante el segundo, que fue el que más y mejor se movió porque rompió en toro al ataque; bien hecho un tercero muy en tipo; más recortado el cuarto, el menos toro de todos; sorprendentemente bien hecho el quinto pese a sus 650 kilos de báscula; y feo por destrazado, gigantesco y ofensivo el último.

El toro de las inmensas cantidades, el de más peso de cuanto va de feria, salió con pies, galopó con buen aire y tuvo el infortunio de lesionarse una pata y quedar inválido. De la seriedad de la corrida se tuvo clara referencia cuando saltó por el toro lesionado un sobrero cinqueño de Martín Lorca que lo tenía todo muy bien puesto, pero que por comparación vino a parecer un toro justo con lo puesto.

El de Martín Lorca, que llevaba días en la nómina de sobreros de San Isidro, hizo la salida clásica de los toros de ida y vuelta que se enchiqueran y liberan a diario.

Pero quedaba el fondo del toro, que se anunciaba bravo, y el toro vino a verse y bien. En banderillas, fijo con Ferrera, que se sintió a sus anchas, se encampanaba en los cites. Cuando lo llamaron, vino con galope reunido, claro y vivo.

No es que el sobrero de Lorca fuera el protagonista de la corrida. En la faena titular, también salieron dos toros de destacado nivel: el primero de los dos de Ferrera, que fue toro con temperamento pero pronto y fiable, y el tercero de corrida, que, lidiado con confuso criterio, no pudo disfrutarse del todo. Ferrera hizo derroche con los tres toros que le acabaron saliendo: con el único de Carriquiri algo turbulento, con el maravilloso jayán que se quebró de repente y con el gallo bravo de Lorca. Con el capote salió por los dos de Carriquri, y por eso se vio el son de uno y otro. El segundo metió la cara en los vuelos, Ferrera lo lució y por la mano derecha le pegó tres lances de carácter. Por el pitón izquierdo le convino menos a Ferrera el toro y al revés.

Fue hermosa también la decisión del torero extremeño para pararse con el quinto en los medios antes de que nadie lo llamara. Y brava su pelea para intentar romper por abajo al sobrero. Esa decisión de Ferrera no se tomó ni una pausa ni una tregua. Al carriquiri le puso dos pares seguros, uno al salto con salida parada y otro por dentro demasiado rápido. La codicia y la forma de atacar y repetir del toro a veces en tromba no fueron sencillas de gobernar.

Ferrera anduvo entregado pero agitado. Las dos cosas. No se escondió, aguantó bien al toro con la derecha aunque se le fuera la velocidad y ligó sin irse. Los pases de pechos fueron excelentes. Pero por la mano izquierda Ferrera escupió un poco al toro y, como le pesó, le acortó distancias para no tener que tragarle tanto. En esa maniobra estaba cuando sufrió un desarme. La gente vio después de eso más toro que torero y la opinión más sonora fue la de los que tomaron partido por el toro sin valorar la honradez de Ferrera.

La recompensa llegó después y con el sobrero, que no paró de moverse. Ferrera lo banderilleó con genio, riesgo y acierto: cabriolas, un quiebro, un regate, reuniones buenas, ajuste, palos arriba. Y tras brindis al público, optó por eso que se llama faena de Madrid, que abre con cite a la distancia. Vibró la cosa porque el toro se arrancaba, sin llegar a descolgar. Un poco por todo: por corto de cuello y porque Ferrera prefirió tocar y no enganchar. Por la mano izquierda no aceptó el toro y hubo dos avisos de voltereta. Pero por la mano derecha sí hubo baile y más a ritmo en las rayas, y no en los medios. De modo que quedó armada una faena con acento popular y méritos que fueron sumando. Y una estocada en toda regla, que provocó petición. Una oreja de domingo de San Isidro, que cuesta cortar tanto como las de los lunes y los martes.

La presencia de Férrea fue torrencial. Víctor Puerto, capaz, todavía convaleciente de un reciente percance, anduvo fácil con el hondo primero, que se apagó después de prometer ser algo más. Suave por bien manejado el toro, acariciado hasta el final. El cuarto se paró de golpe. Víctor mató muy bien. La corrida se cobró una pieza, que fue Iván García. Muy nervioso con el toro bueno que mató por delante, no remató nada. El monumental sexto le provocó desconfianza. Y se le fue una feria donde se le estaba esperando.