SIN SUERTE. Bajic luchó como de costumbre pero no le acompañó la fortuna. / ALBERTO CARRILLO
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El sueño vuelve a quedar otra vez muy lejos

La pobre actuación del Xerez en el Martínez Valero aleja a los azulinos de unos puestos de ascenso que ya parecen inalcanzables

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Nuevo descalabro y otra vez se amaga con despertarse del sueño. Aún no es definitivo, pues los números siguen uniendo débilmente a los azulinos con su ilusión, pero otra vez parece que la Primera División le da la espalda al equipo que dirige Alcaraz. Es extraño comprobar cómo la diferencia de calidad entre dos equipos muy distanciados en la tabla de clasificación puede quedar olvidada cuando sólo a base de espíritu competitivo se logra superar al rival.

La inicial falta de ímpetu en el conjunto xerecista, sólo se puede argumentar con la tensión y la presión de la victoria obligada. Pensar otra cosa, no es de recibo. Pero el Elche fue muy superior durante toda la primera mitad. La calidad, los sistemas o la estrategia no valen de nada cuando los once marineros no reman al unísono, con la misma potencia y en la misma dirección. Parecía que el cero a cero mantenía las esperanzas por continuar en la lucha por el ascenso, y una vez más la reacción tuvo que llegar con el marcador en contra y con la situación cuesta arriba.

El Elche no tuvo una, dos o tres ocasiones de gol, los franjiverdes disfrutaron de muchísimas escenas que podrían haber acabado en gol. Lucas decidió dar continuidad al sistema de juego de cuatro defensas, y la única variación del once respecto al que jugó el pasado domingo fue la inclusión de David de Coz en el carril del ocho, con lo que el preparador granadino colocaba a dos velocistas por la banda derecha. El problema fue que tanto el sevillano como Francis corrieron muchos más metros hacia atrás que hacia la portería que defendía Sergio Aragoneses.

Nino, al más puro Henry, se descolgaba de la media punta y trataba de arrancar desde esa banda izquierda. Allí Francis y De Coz le ponían muchos problemas, pero cuando era Moreno el que tenía que defender al crack del conjunto ilicitano, el temor recaían sobre el bando azulino.

Dificultades

Una vez más, los xerecistas encontraron muchos problemas para sacar el balón fluidamente jugado. Pendín y Castaño funcionaban de stopers. La imaginación tenía que nacer de las bandas, donde ni zurdos ni diestros encontraban la inspiración. Mendoza intentó alguna que otra galopada, pero el potro azulino apenas llegó a línea de fondo durante toda la primera parte.

Minutos en los que apenas se contabilizaron ocasiones xerecistas. Nada que ver con lo que ocurría en la portería de Tete, donde caían una detrás de otra. Toledo, Nino, Ivars o Txiki crearon mucho peligro. Trota fue el que estuvo más cerca de mandar el cuero al fondo de la red. Tras una falta que Cachorro sacó en la frontal y que Trotta mandó al poste en el segundo palo. Alcaraz se revolvía y golpeaba su banquillo, mientras Moreno abroncaba a algunos de sus compañeros.

Toda la suerte que les faltó a los ilicitanos en la primera parte la encontraron a los treinta segundos de la reanudación. Toledo aprovechó el fallo en el despeje de Tete para empujar un esférico que cruzó la línea de gol entre las patadas de Toledo y Mendoza.

Contra la pared y con la espada clavada, Lucas cambió a los dos pivotes y metió a un delantero. Eso dejaba a Rubén sólo en la medular, Camuñas en la media punta, Granero y Guzmán -que entró en el descanso por Francis- por las alas y arriba Lekic y Geijo intentando cazarla.

Jugar con fuego

Una jornada más, al Xerez le tocaba jugar con fuego, pero con tanto atacante obviamente comenzaron a llegar ocasiones a la portería de Aragoneses. Pendín, tras controlar dentro del área con el pecho, mandó el balón alto antes de ser sustituido. Lekic dejó en evidencia la inseguridad de Aragoneses con un disparo desde la frontal.

Geijo tuvo en sus botas la que probablemente fuera la más clara de las ocasiones xerecistas, pero el hispanosuizo erró en lo que no suele fallar. La definición.

En los últimos quince minutos, Granero ocultó su mal partido gracias a las jugadas a balón parado, donde el madrileño es un gran especialista y logró meter el miedo en el cuerpo a todo el Martínez Valero. Bajic rozó una bola que el madrileño puso en movimiento y que Aragoneses tuvo que sacar de manoplazo y posteriormente estuvo cerca de clavar un olímpico. Ocasiones para empatar hubo, pero las prisas y la precipitación de los nervios finales, las mandaban fuera.

La desesperación del equipo se reflejó en la autoexpulsión de Moreno que vivía desquiciado como se alejaba otra vez la ilusión de una vida, de un equipo, de una ciudad que tendrá que continuar esperando para llegar a la élite.