Gente

Sensible

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Aningún publicista en su sano juicio se le ocurriría poner a una modelo llorando a mo-co tendido como reclamo de una marca de joyas. La joya, para la mujer, suele ser motivo de regocijo. O, como mucho, de indiferencia. Pero jamás de disgusto. No por casualidad, la palabra italiana que más se parece a joya es gioia, y curiosamente significa alegría.

Pero la joya para el hombre es otra cosa. Gonzalo Miró aparece llorando en un anuncio de alhajas cuya firma rivaliza con la que defiende su novia, Eugenia Martínez de Irujo.

¿Por qué llora Miró? ¿Por la mala conciencia de estar disputándole las lentejas a su chica? ¿O por lo que suelen llorar sus compañeros de género: lo ruinoso que resulta decírselo a ella con joyas?

Ni lo uno ni lo otro. Gonzalo Miró, o Gonzalo Lloró en este caso, gime porque al muchacho le ha dado un ataque de sensibilidad, como los que le solían dar a Guerra en la Era del Pelotazo. Por alguna extraña razón, los hombres de ahora están convencidos de que a nosotras nos gusta que lloren. Se creen que ves a un tío llorando a lágrima viva ante la perfección de una joya o ante el paso del Cristo de la Salud en Semana Santa y te dices: «¿Éste es mi hombre!».

Dice Miró, sin cortarse, que a él le gustaría llorar más. Y que su futuro cuñado, el jinete y costalero Cayetano, es, «aunque no lo parezca», un hombre muy sensible. Sensible a los paparazzi desde luego que lo es.

Aunque ahí su sensibilidad no suele manifestarse a través de lágrimas, sino de insultos y puñetazos.

Ahora sólo falta que la afición a llorar de Gonzalo Miró marque estilo y se extienda al mundo del toro, donde las nuevas figuras verdaderamente sensibles deberán entrar a matar entre inconsolables sollozos: «Va por ustedes, snif, porque por mí lo dejaba vivo. Criaturita...».