DOS OREJAS. El francés Sebastián Castella, durante la faena al toro del triunfo. / EFE
SÉPTIMA DE LA FERIA DE ABRIL DE SEVILLA

Un zalduendo sin orejas

El francés Sebastián Castella logra dos trofeos de tronío en un festejo sonado que tuvo su contrapunto en César Rincón, que se marchó rodeado de silencios

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Alos siete toros que Fernando Zalduendo echó en la corrida del viernes se sumaron un día después dos más. Inesperadamente, para completar una corrida de Jandilla. Los dos zalduendos de refuerzo salieron propicios, encastados y buenos. A uno, segundo de la tarde, premiado con la vuelta al ruedo, le cortó las orejas Sebastián Castella. Con el otro se acabó estirando, entregando y hasta sintiendo a gusto Manzanares hijo en lo que vino a ser su primer éxito en Sevilla como matador de alternativa.

Los zalduendos, el relevante papel de Castella y el paso adelante de Manzanares no contaron cuanto debieron por una razón: la corrida duró casi tres horas y amenazó con hacerse interminable. Los dos últimos toros se jugaron con luz artificial, que en la Maestranza es de tétrico efecto. Parte del mucho tiempo malgastado corrió por cuenta de incidentes o percances raros de ver. El toro que se soltó primero era el enchiquerado como quinto. A las tres o cuatro carreras se apercibieron las cuadrillas. Dio la impresión de que trataban de convencer a Castella para que toreara entonces y se cambiaran turnos. No hubo trato.

Al cuarto, que salió a buen galope, lo estrelló el tercero de Rincón contra el burladero, el toro remató en el estribo y se reventó. Cayó fulminado patas arriba. Y, en fin, el presidente se pensó mucho lo de la vuelta al ruedo del toro de Zalduendo. Rincón se perdió con el primer jandilla de la corrida, que apretó y adelantó por las dos manos y estuvo siempre en ventaja porque Rincón lo esperó con la muleta atrás. Con el sobrero de Pereda volvió a pasar un mal rato.

Castella apareció con aire de torero caro. Firme, pisando plaza con gran autoridad. Le sacó los brazos de capa al toro de Zalduendo del premio y lo toreó a la verónica con estupendo compás. En un quite por talaveranas volvió a templarse y a sacudirse. El comienzo de faena, con pases cambiados, uno de las flores y dos trincherazos en el mismo platillo fue espectacular. La faena, en los medios primero y en el tercio después, fue contenida y caligráfica. Subyugantes la firmeza, el aplomo y el ajuste.

Castella cobró una estocada trasera o pasada. Parecía que el toro iba a echarse en tablas pero no. Tomó el camino de los medios y hasta ellos se fue en larguísima y muy resistida agonía.

Esa muerte tan particular se celebró como un acontecimiento. Parecía que iba a enfriar la reacción con el torero. Pero se pidió la segunda oreja y se concedió. Castella se empleó tesonero y valientecon el sexto, pero sin lucir porque el toro se le abrió o se le fue por sistema. Manzanares pecó de escupir y chillarle mucho al tercero, que se vino abajo pronto. Luego volvió a salir el toro que se había soltado antes del descorche. Manzanares tardó en dar con la distancia del buen zalduendo. La plaza empujaba, había presión.

Al fin Manzanares le encontró al toro el sitio y pudo dibujar antes de la igualada cinco bellos muletazos por arriba de excelente compás. Y luego enterró una gran estocada. Oreja.