LA COLUMNA

La niña que recuperó su corazón

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L a noticia más conmovedora del Jueves Santo la dio la BBC: «Cirujanos de un hospital de Londres han logrado que el corazón de una niña de doce años vuelva a funcionar después de haber permanecido inactivo durante diez años. Durante ese tiempo, la pequeña ha sobrevivido gracias al corazón de un donante. A los dos años recibió un transplante pero su corazón no fue extraído». Es la primera vez que ocurre un caso así. Resultará apasionante el relato que la chica pueda hacer en su día sobre sus sensaciones, emociones, sentimientos. Porque frente a lo que comúnmente se cree, el corazón humano si duele y es sensible a muchos estímulos.

A principios del siglo XVIII, William Harvey, el descubridor de la circulación sanguínea, fue llamado por el Rey Carlos I de Inglaterra para examinar al hijo del Conde de Montgomery, que había sufrido años antes una herida torácica que le ocasionó una gran pérdida de tejido en el pecho. La herida había curado, pero se veía el corazón a través de ella. El niño llevaba un escudo sobre su pecho para protegerlo. Harvey retiró el escudo y por primera vez observó los latidos del corazón, lo tocó, lo pellizcó, y llegó a la conclusión de que era insensible. De ahí procede la creencia de que el corazón no duele. Los egipcios creían que en el corazón residía la inteligencia. Los estoicos griegos sostenían que de él procedía la voz, mediante la que expresamos nuestros pensamientos. En la antigua filosofía hindú, la alegría, la tristeza, la conducta y la responsabilidad residían en el qalb, en el corazón. Los socráticos, los escolásticos, las escuelas vitalistas y animistas han defendido que en él residen la conciencia, los sentimientos, la dignidad, la voluntad, el odio, el amor, las grandezas y miserias del ser humano. Puros mitos. Pero cuando el corazón de la niña británica se puso a funcionar después de rechazar el transplantado, algo más de misterio y leyenda han venido a añadirse a los secretos del corazón.