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Presión sobre Ciampi y el ministro del Interior

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En la peculiar situación de bloqueo institucional creada en Italia en este momento, hay dos personas que tienen cierto poder para desatascar el embrollo y que sin embargo guardan silencio. Por eso mismo están recibiendo presiones para que actúen o se manifiesten. Son el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, y el ministro del Interior, Giuseppe Pisanu.

Ciampi, que como jefe de Estado debe nombrar al Gobierno, no desea hacerlo porque su mandato termina el 18 de mayo. Prefiere dejar la tarea al sucesor, pues será quien conviva con el futuro Ejecutivo, y además señala que no hay tiempo para hacerlo. Por tanto, todo se retrasará porque el Parlamento deberá elegir en primer lugar al nuevo presidente de la República, y luego éste nombrará al Gobierno.

Como Italia se halla en una grave crisis económica y no puede permitirse una parálisis política de cuatro meses (dos de campaña ya pasados y otros dos hasta la llegada del nuevo Ejecutivo), son varias las voces que proponen que Ciampi repita mandato. Además de que goza del prestigio suficiente, esto permitiría ganar tiempo, porque elegir un presidente de consenso siempre es una tarea larga que enfrenta agriamente a los partidos. Pero Ciampi siempre ha declinado la invitación de seguir, algo que se comprende porque son siete años. Pero no todas las voces son amables: otros piensan que en la situación actual a Ciampi le falta coraje y podría acelerar los tiempos. Con todo, él ya avisó hace meses del peligro de una coincidencia de fechas, pero Berlusconi no le hizo caso.

En cuanto al ministro del Interior, desde la izquierda le reprochan que no haya abierto la boca, como responsable del escrutinio, para defender la correcta labor de su equipo, puesta en duda por Il Cavaliere. «Es desconcertante que Pisanu no sienta el deber de decir que su ministerio es eficaz y que todo se ha desarrollado correctamente», dijo ayer Piero Fassino, uno de los líderes de La Unión.

En cualquier caso, la parsimonia es una constante en la formación de los gobiernos italianos. En 2001, récord de rapidez, Berlusconi lo logró en 39 días. En 1996, Prodi empleó 40. Pero Il Cavaliere tardó 59 días en 1994 y Amato, 90 en 1992, porque también coincidió con la elección del jefe de Estado. Esta vez llegará casi a dos meses.