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Pasiones

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Hacen pasos con cajas de zapatos y con las sillas de la cocina. A veces ponen encima las estampitas que van recogiendo en los besapiés y con las cañitas de los batidos intentan hacer palios que parecen toldos. Las velas de las tartas de cumpleaños que guardaron en la caja de tesoros las utilizan para hacer la candelería y este año se dieron cuenta de que con los chupetes de plástico podían hacer jarrones. Los playmobil sirven lo mismo de Cristo, de apóstol o de penitente con un torpe cucurucho de papel pegado con fixo. Los remos del barco pirata son estupendos para hacer la maniguetas y los árboles del campamento indio dan ambiente a una oración del Huerto con el angelito del Belén que olvidaron guardar en el trastero.

Los vikingos parecen romanos con los cascos, o Pilatos, da lo mismo. Unos muñecos chicos que nadie se acuerda de dónde salieron hacen las veces de acólitos. Dos lápices cruzados sirven de cruz y con un poco de paciencia mantienen el equilibrio encima de la caja de zapatos que pintaron de morado gastando el rotulador del estuche nuevo. El papel de aluminio se transforma en varillas, respiraderos un tanto surrealistas y coronas según les vaya haciendo falta. Hasta las sillas de la casa de muñecas van ocupando su sitio transformando el pasillo de la casa en carrera oficial y el castillo que trajeron los Reyes se convierte por unos días en Catedral -el papel de aluminio hace milagros. Ni un detalle les falta cuando empieza la procesión que suele durar varias horas que se recoge en su templo, en el baúl de los juguetes, hasta el día siguiente. Saben los itinerarios, los horarios, las iglesias que hay que visitar cada día. Los nombres de los titulares, los colores de los palios, de las túnicas de los hermanos. Coleccionan las revistas cofrades y desde que aprendieron a leer no hay mejor lectura para irse a la cama. Anoche apenas podían conciliar el sueño y esta tarde acompañan al Nazareno del Amor vestidos de monaguillos. Llegarán a San Francisco muy pronto con sus túnicas recién planchadas, las capelinas almidonadas, los cíngulos bien atados, los guantes inmaculados. Saldrán con toda la seriedad que les permitan sus pocos años, una auténtica pasión.

Esta tarde no tendrán hambre, ni sueño, ni estarán cansados porque se sienten parte importante de la salida procesional y tienen que llegar hasta el final con su Cristo, con su Virgen. Es su pasión, como la de muchos niños gaditanos, de monaguillos, de penitentes, de acólitos, de cornetas, de tambores, con la Borriquita, con el Ecce-Homo, con el Caído, con las Cigarreras. Cada uno con la suya. Cuestión de pasiones. Uno los dejaría así para siempre, tan inocentes, tan cándidos. Luego se harán mayores y se convertirán en carne de estadística. Como todos.