CONSERVADO. Sólo uno de los tres frescos del bazar ha resistido el paso del tiempo.
CÁDIZ

Un futuro digno para el Bazar Candelaria

Los propietarios del local, que aún conserva uno de sus valiosos frescos y parte de los elementos decorativos de antaño, quieren venderlo a alguien que pueda restaurarlo y mantenerlo

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Fernando Guilloto y González cuenta cómo la arquitectura de la plaza de la Candelaria es, en su mayoría, de casas antiguas y de buena calidad, construidas o reformadas en los siglos XVII y XVIII. En esta plaza, que vio nacer a Emilio Castelar, Manuel de Falla dio su primer concierto, en el segundo piso del número cuatro, donde vivía la familia de Salvador Viniegra y Valdés, según recoge también Fernando Guilloto.

El cronista gaditano también cita que en este edificio tuvo su sede en 1892 el Comité Local del Partido Liberal y en 1894, el Círculo Republicano Progresista. También en La Candelaria se localizaba la calle del Conde de Maule. Es, en resumen, un lugar donde en un reducido número de metros cuadrados se concentra parte de la historia reciente de la ciudad.

Decoración y negocio

Pero en el aspecto comercial, una de las cosas que recuerdan los mayores es que en esa esquina de la Candelaria con Obispo Urquinaona se asentaba un bazar donde se vendían todo tipo de cachivaches. Un negocio peculiar, donde la decoración del local destacaba más que la propia mercancía. Este bazar, cuyo único recuerdo hoy son el cartel, pintado sobre la piedra y algunas estanterías desvencijadas, llevaba allí décadas. «Estaba alquilado desde 1939», explica Mercedes Cuadrado, una de las herederas del inmueble. El dueño de este negocio pagaba de alquiler 22.000 pesetas al año, que fue subiendo un poco con las últimas leyes de arrendamiento. Finalmente, tras su jubilación, el bazar cerró sus puertas.

La intención de los herederos del edificio es venderlo para que el nuevo propietario lo restaure y le devuelva, en la medida de lo posible, su estado original. De hecho, hay ya ofertas para convertirlo en un comercio o un establecimiento hotelero, que sería más adecuado que cualquier otro uso, como oficinas.

Ahora bien, por mucho que se recupere, es ya imposible rescatar lo que se dejó perder a lo largo de seis décadas. Entre otras cosas, faltan dos de los tres frescos que decoraban el techo. En el lugar donde una vez existió uno de ellos hay una escayola, que según los responsables de la obra que se lleva a cabo en los pisos superiores, «debe datar de hace 50 años y tal vez se colocó allí para solucionar algún problema de humedades».

El suelo se conserva en bastante buen estado, seguramente debido a que es de muy buena calidad. Tan sólo se ven algunas reposiciones por deterioro. Los espejos y elementos decorativos de las paredes y el techo dan fe de la magnificencia de la estancia, que tiene una extensión aproximada de 250 ó 300 metros cuadrados.

Es difícil, en definitiva, hacerse a la idea de que la estancia ahora oscura y llena de materiales de obras pueda recuperar su imagen, desconocida para las jóvenes generaciones de gaditanos. Y no sólo hace falta dinero. También, amor por el patrimonio.