Frédérique Morand, la estudiosa de la Hija del Sol. / F. J.
CÁDIZ

La reforma del convento de Santa María levanta suspicacias

La estudiosa Frédérique Morand teme que el proyecto de rehabilitación acabe con elementos originales del edificio, en el que vivió la poetisa Gertrudis Hore La obra permitirá crear 24 pisos y mejorará la calidad de vida de las religiosas

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Faltan apenas unos días para que se produzca la entrega de la segunda fase de los proyectos del convento de Santa María y poco más de un mes para que se resuelva el concurso de ideas entre uno de los ocho arquitectos seleccionados. El proyecto de reformar el convento, que en la actualidad presenta un estado tan ruinoso que las monjas han tenido que trasladarse a La Piedad, llena de satisfacción a la congregación, pero muchos no ocultan sus temores de que estos arreglos permitan la destrucción de elementos y partes valiosas del edificio.

El plan es arreglar el convento para que las religiosas puedan seguir viviendo allí, pero una parte del inmueble se transformará para albegar 24 pisos y 13 garajes. Y precisamente es este cambio en las dependencias del convento lo que preocupa a algunas personas como Fréderique Morand.

Doctora en Letras y Civilizaciones Extranjeras, Morand ha dedicado los diez últimos años de su vida a estudiar la figura de María Gertrudis de la Cruz Hore (1742-1801). Esta gaditana, que murió en el convento de Santa María, se encerró allí, con el consentimiento de su marido, tras la muerte de su amante. Pero lo relevante de María Gertrudis no es este episodio de novela, sino su faceta como escritora y figura destacada de la poesía española del siglo XVIII. A juicio de Morand, la obra de esta mujer, que firmaba sus textos como La Hija del Sol es muy superior a la escasa trascendencia que hoy tiene no sólo en España, sino en Cádiz, su ciudad.

La preocupación principal de la estudiosa francesa es que las obras que se van a llevar a cabo en el Monasterio no destruyan parte de las huellas de María Gertrudis que aún pueden rastrearse por el edificio. «En la cocina hay una chimenea-fogón, de 1631, que está justo debajo de los apartamentos que se construirán allí», explica Morand. A pesar de que hay un compromiso para trasladar esa importante pieza histórica, también existe el temor de que se repita la historia del mirador, cuando en los años ochenta se hicieron obras para acondicionarlo y se tapó con cemento la celosía de madera, que era la única ventana al exterior para las monjas.

Lo más sorprendente de todo es que este edificio, que es el más antiguo de la ciudad (la primitiva ermita de Santa María es, según Morand, de al menos 1465 y no de 1480, como se creía) no está considerado Bien de Interés Cultural. Tan sólo están protegidos el patio de la entrada y el claustro central.

También el patio del Olivo es un espacio ligado a la memoria de la Hija del Sol, recuerda la estudiosa y, aunque en principio no entra en la remodelación, Morand teme que finalmente se llegue a modificar.

La idea es que cuando en un futuro la ciudad -o alguna institución- quiera profundizar en la figura de María Gertrudis no se encuentre con que los únicos testigos de su paso por el convento sean unas viejas fotografías tomadas por una mujer que tal vez sí supo darle el valor que merecía a tiempo.