LA COLUMNA

La estrategia de la provocación

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Decía Camus que «la capacidad de atención del hombre es limitada y debe ser constantemente espoleada por la provocación». Para llamar la atención, los nacionalistas inteligentes -que los hay aunque parezca una contradicción- saben tirar de la cuerda justo hasta un segundo antes de que pueda romperse. Y de ello suelen obtener algunas ventajas. Los nacionalistas obtusos, en cambio, disfrutan rompiendo cuerdas. E irremisiblemente terminan encallecidos y deslomados. Los estrategas de la provocación más listos tensan la soga hasta que los adversarios ceden para no verse arrastrados o bien resisten lo necesario para ganar tiempo, recuperar fuerzas y dar un nuevo tirón. Los más lerdos, en cambio, provocan una reacción instintiva y visceral en los que tiran en dirección contraria. Y esa reacción hace caer de bruces a los provocadores o les obliga a soltar la cuerda y caer de espaldas patas arriba.

Provocador es el que incita o induce a alguien a que ejecute algo. Y eso es lo que hizo ayer otra vez Batasuna. El juez Grande-Marlaska, sin mirar hacia otro lado ante la provocación, prohibió la celebración del acto que los simpatizantes del ilegalizado partido habían convocado para el próximo domingo en San Sebastián. Tras conocer la decisión del juez, Batasuna convocó una manifestación para ayer mismo a las siete de la tarde. La nueva convocatoria no pilló desprevenido a Grande-Marlaska. Y tras la decisión que afecta a los provocadores más insensatos pidió, con un par, a los que se supone más sensatos -los responsables de la Consejería vasca de Interior y las Fuerzas de Seguridad- que tomasen medidas para impedir la celebración del acto porque incurre en una de las causas de la prohibición recogidas en la resolución que acordó prorrogar por dos años la suspensión de actividades de Batasuna. El acto, no obstante, se celebró. Lo que siembra serias dudas acerca de la inteligencia de los nacionalistas inteligentes. E incluso de la utilidad de sus gónadas.