SOSPECHOSO. La policía italiana traslada a Alessi, el presunto asesino del pequeño Tommaso. / EFE
MUNDO

El Papa y Ciampi expresan la desolación de toda Italia por el crimen de Tommaso

Los dos acusados, uno de ellos condenado por violación pero aún en libertad, se acusan mutuamente del asesinato Confiesan que mataron al niño sólo porque lloraba

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Lo mataron porque lloraba. Después del horror, los terribles particulares. Toda Italia venía a saber ayer con una mueca de repulsión la absurda historia, por fin aclarada, del secuestro y asesinato de Tommaso Onofri, el niño de año y medio capturado el pasado 2 de marzo en su casa de Parma y hallado muerto en la madrugada de ayer. En Italia no se hablaba de otra cosa, y la conmoción tuvo un reflejo realmente nacional.

Habló de ello el Papa en la plaza de San Pedro, el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, la clase política y todos los estadios de la jornada liguera con su propio lenguaje, las pancartas, el pulso italiano de la realidad: 'Ciao Tommy, víctima de un mundo injusto'.

Después de tantas hipótesis rebuscadas, la verdad era una de esas chapuzas macabras, fruto de lo más incomprensible y oscuro de la naturaleza humana. Mario Alessi, de 44 años, y Salvatore Raimondi, de 27, dos albañiles que habían trabajado durante cuatro meses en la casa de la familia Onofri, desde agosto a diciembre, habían decidido intentar un secuestro rápido. Tenían deudas, sabían que el padre dirigía la caja postal de la localidad y también estaban al corriente de la epilepsia del pequeño, que le obligaba a tomar una medicina cada 12 horas y podía acelerar un desenlace sin obstáculos. Hicieron acopio de este fármaco y una noche se presentaron en la casa a capturar al niño.

Todo salió mal y en menos de dos horas lo asesinaron. Aún no está claro cómo, porque ambos se acusan mutuamente del crimen. Raimondi, atrapado por la pista clave del caso, una huella en la cinta aislante con la que ataron a la familia, fue el primero en confesar. Huían en un ciclomotor, pero al ver la luz de una sirena en la carretera frenaron bruscamente y tuvieron un accidente.

Alessi, presa del pánico ante un niño que lloraba sin parar, le estranguló. Por el contrario, Alessi afirma que su cómplice le mató a golpes, con una pala o un objeto contundente. Las dudas se resolverán mañana con la autopsia del cadáver, hallado entre la maleza cerca del río Enza, a unos kilómetros de la casa de los Onofri. Hay un tercer implicado, la mujer de Alessi, Antonella Conserva, que sabía del secuestro, pero, en principio, no habría participado en él.

Coartada fallida

Los fiscales ya habían inscrito a Alessi como sospechoso hace una semana, después de interrogarlo varias veces. Pasó por el juzgado como toda la lista de personas que por un motivo u otro conocían a la familia o habían estado en la casa en el último año. Pero Alessi tenía antecedentes: en 2000 fue condenado a seis años de cárcel por violación en Sicilia, pena que está pendiente de la sentencia definitiva tras la apelación al Supremo. Además, su coartada no encajaba. Dijo que la noche del secuestro estaba en un bar, pero la dueña del local fue categórica: «Ese señor no ha estado aquí a esas horas porque el bar estuvo vacío toda la tarde». Para completar el cuadro, este albañil tenía bastantes problemas de dinero. Sin embargo, Alessi ha soportado la presión fríamente durante dos semanas, dando entrevistas y declarando su inocencia. Sólo la confesión de su cómplice terminó con la farsa.

Los tres detenidos son de origen siciliano, matiz que todas las crónicas deslizaban enseguida de forma peyorativa desde que eran sospechosos. La familia de Alessi, que reside en Sicilia, renegó ayer de él. «No le perdonaremos nunca. Para nosotros está muerto», han dicho. Tiene un gemelo, Salvatore, inválido, que desea hacerse cargo del hijo de su hermano. Es un niño de 6 años que no sabe lo que han hecho sus padres. Tiene una cardiopatía congénita, es frágil. Como lo era Tommaso Onofri.