POLÍTICA

El intento infructuoso del PP

Una delegación del Gobierno Aznar se reunió en mayo de 1999 con 'Antza' y Belén González Peñalva. El único acuerdo fue fijar otra cita que jamás se produjo

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El 3 de noviembre de 1998 el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, autorizaba públicamente por primera vez el inicio de contactos con ETA. La organización terrorista había decretado un alto el fuego indefinido en septiembre de ese mismo año y, dos meses después, el Ejecutivo del PP daba un paso al frente en el tablero del incipiente proceso de paz. Lo hacía influido por los más recientes acontecimientos -las declaraciones de portavoces etarras en la BBC, que aseguraban que «esta generación no volverá a coger las armas», o el encaje institucional de la izquierda abertzale tras las elecciones autonómicas del 25 de octubre-, pero también por el clima de esperanza que calaba cada vez más hondo en la sociedad española o por los tanteos previos de miembros del denominado MLNV, como el abogado Iñigo Iruin. Atrás quedaba en ese momento la primera reacción del entonces ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja, que, el 16 de septiembre, nada más conocerse el anuncio de tregua, advirtió de que podía ser una «trampa». El mismo mensaje que repetiría hasta la saciedad tras la ruptura del alto el fuego.

Pero en aquellos momentos, un año antes, nada hacía presagiar el desenlace y, pese a que Mayor nunca creyó en la tregua, el Gabinete Aznar manejaba la hipótesis de que ETA había asumido que su decisión era irreversible. Espoleado por la convicción de que si movía ficha la banda lo haría también, el presidente hizo públicas sus intenciones, una declaración que llevó a la organización a aceptar el contacto directo con el Gobierno, según admitió Mikel Albizu, 'Antza', en la reunión -infructuosa y meramente exploratoria- que tuvo lugar medio año después en Zurich, según la versión comúnmente aceptada, si bien diversas fuentes apuntan que los propios protagonistas reconocieron que la cita no tuvo lugar en esa ciudad y ni siquiera en Suiza.

Se celebrase donde se celebrase, el encuentro ha vuelto últimamente con fuerza a las primeras planas después de que el PP haya salido a la calle para manifestarse en contra del posible diálogo entre ETA y el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y de que el propio Aznar haya negado que negociara con la banda y subrayado que su Ejecutivo sólo acudió a aquel encuentro a conmprobar si los etarras «estaban o no dispuestos a rendirse». El diario 'Gara' publicó inmediatamente el acta de la reunión redactada por los terroristas, según la cual uno de los interlocutores del Gabinete popular habría dejado claro que «no pensamos que se vayan a rendir, no venimos a la derrota de ETA». El PNV no ha perdido la ocasión de echar en cara al PP su incoherencia y el PSOE incluso ha editado un «'diario de la memoria'» que recopila las declaraciones de Aznar durante la tregua.

En aquel tiempo, los 'tira y afloja', los reproches y los recelos entre el Gobierno y la banda fueron una constante. ETA aspiraba, por ejemplo, a la intervención de un mediador extranjero, una exigencia a la que el Ejecutivo, sumamente reacio a 'internacionalizar el conflicto', siempre se negó. También provocó tensiones la filtración del encuentro que la delegación gubernamental que después repetiría interlocución en Suiza -el secretario general de la Presidencia, Javier Zarzalejos; el secretario de Estado para la Seguridad, Ricardo Martí Fluxá, y el sociólogo y asesor personal de Aznar Pedro Arriola- mantuvo en diciembre con los dirigentes de la izquierda abertzale Arnaldo Otegi, Pernando Barrena, Rafa Díez Usabiaga y el mencionado Iruin en un chalé de la localidad burgalesa de Juarros. La noticia de la reunión se publicó poco después y llevó a EH a cancelar futuras posibles citas con el Ejecutivo.

Desconfianza mutua

En ese clima de desconfianza mutua -que determinaría ya desde el principio el fracaso de las conversaciones- se produjo el encuentro, el 19 de mayo de 1999, al que ambas partes llegaron sin ganas de implicarse a fondo, por diferentes motivos. Los contactos del Gobierno con ETA se producían de forma paralela al proceso de acumulación de fuerzas nacionalistas que había comenzado con la firma del pacto de Lizarra en septiembre de 1998, cuatro días antes de que se anunciara la tregua. De hecho, el alto el fuego fue posible por el acuerdo que la banda había alcanzado un mes antes con el PNV y EA y, desde entonces, se habían dado distintos pasos para establecer un frente soberanista, como el acuerdo parlamentario con EH que, justo la víspera de la reunión supuestamente celebrada en Zurich, había anunciado el lehendakari Ibarretxe. La estrategia de ETA pasaba en aquellas fechas por avanzar hacia la independencia mediante la acción unilateral del conjunto del nacionalismo y no a través de la negociación con un Ejecutivo que, por su parte, tampoco estaba dispuesto a hacer concesiones en materia de autodeterminación, territorialidad o salida de las fuerzas armadas de Euskadi, más allá del acercamiento y progresiva aplicación de beneficios penitenciarios a los presos. Además, por aquel entonces, la Policía había logrado infiltrar a un 'topo' en el 'comando Donosti', que propició la caída de esta célula en marzo de 1999 y permitió al Ejecutivo estar al tanto de los movimientos de la banda.

De hecho, la reunión, de poco más de dos horas y media, apenas pasó de la exploración mutua del terreno, con largas disgresiones dedicadas a la vía más idónea para hacerla pública, la seguridad, los canales de comunicación que podrían establecerse en adelante entre ETA y el Gobierno, la necesidad de no «repetir los errores» de Argel o los velados reproches de 'Antza' a Zarzalejos, Fluxá y Arriola por la detención en marzo de aquel año en París de José Javier Arizkuren Ruiz, 'Kantauri'. Le acompañaba Belén González Peñalva, 'Carmen' -hoy recién extraditada por Francia- que se limitó a tomar notas de lo que decían los otros cuatro interlocutores y un intermediario, papel que desempeñó el obispo de San Sebastián -entonces prelado de Zamora- Juan María Uriarte. Igual que en las conversaciones de Argel, donde también estuvo presente, González Peñalva no llegó a despegar los labios.

El único acuerdo al que llegaron las partes fue el de fijar una nueva cita en la que tanto la banda como los enviados de Aznar deberían aportar sus respectivas propuestas para «favorecer salidas», según sugerencia del obispo Uriarte. No obstante, el segundo encuentro jamás llegó a producirse porque los acontecimientos se precipitaron. A finales de agosto, ETA anunció su ruptura con el Gobierno, al que acusaba de «sabotear» las conversaciones y utilizarlas con fines policiales y electoralistas. En octubre la interlocutora 'Carmen' fue detenida en Pau cuando reclutaba nuevos miembros para la banda, que ya tenía decidido retomar la actividad armada y que así se lo había comunicado a PNV y EA en julio. Poco después, a principios de noviembre, el Gobierno hizo un último intento, por carta, de reiniciar el diálogo, con condiciones: el Ejecutivo se negaba a aceptar la nueva interlocución de la banda -'Ternera', 'Kubati' y 'Kantauri'- y limitaba la agenda a los presos y a la entrega de armas. Nunca llegó a producirse. Los terroristas anunciaron su decisión de volver a empuñarlas el 28 de noviembre y el artífice de la reunión de Zurich, 'Antza', impuso la estrategia de atentados contra cargos del PP y del PSOE y encabezó así una de las etapas más sangrientas de la banda.