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Durmiendo al son de los escapes

Los perjuicios de la 'Motorada' no sólo se viven en los puntos calientes de movida, sino que el ruido se traslada a las calles adyacentes, como corroboró LA VOZ con un sonómetro en un piso de Jerez

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Vivir en la calle Sevilla de Jerez tiene grandes ventajas. Un entorno monumental a sólo unos minutos a pie, todo tipo de comercios a tiro de piedra, y la idílica plaza del Mamelón como vista desde la terraza. Estas ventajas se tornan, sin embargo, en pesadilla para muchos vecinos durante el fin de semana de la Motorada, como pudo comprobar LA VOZ la noche del pasado viernes.

Para calibrar el perjuicio causado por las motos al vecindario, este periódico encargó a una firma especializada que realizara mediciones del nivel de ruido en esta calle, desde una vivienda situada en una tercera planta.

La elección de este vial se debió a que el objetivo de este trabajo no era realizar mediciones en situaciones extremas como las que se viven en la avenida de México o Álvaro Domecq, tradicionales puntos calientes de la Motorada en Jerez.

La finalidad era tomar como referencia una calle transitada, cercana a la zona de movida y punto de paso de motos, como ocurre en la mayoría de las grandes avenidas de la Zona Norte de Jerez.

Para mayor precisión, las mediciones fueron realizadas por dos aparatos diferentes emplazados en dos dormitorios paralelos de la vivienda, cuyos ventanales dan al Mamelón. Ambos sonómetros son de tipo 1, los más precisos del mercado, con un error de tan sólo 0,1 decibelios.

La toma de datos fue realizada a lo largo de 54 minutos exactamente, con las ventanas abiertas, siguiendo las especificaciones dictadas por los técnicos.

La unidad de medida es el decibelio (A), utilizada para calibrar el nivel de intensidad del sonido. La toma de datos fue esclarecedora y arrojó un valor medio a lo largo de toda la sesión 75,8 dBA, un nivel semejante al de una discoteca.

El gráfico de la sesión no es lineal, sino que demuestra numerosos picos coincidiendo con el paso de motos que superan los 90 dBA, una circunstancia que agrava la molestia porque dificulta enormemente que el cuerpo se habitúe, como pudiera ocurrir con un ruido constante y lineal. Además, los valores registrados no descendieron en ningún momento de 60 dBA. Asimismo, el mayor valor registrado por los aparatos es de 103,5 dBA debido precisamente a un petardo lanzado a escasos metros de la vivienda, y que ocasionó un ruido semejante a un martillo neumático.

A modo de comparación, cabe resaltar que el nivel de una conversación en tono normal a un metro del hablante es de entre 50 y 55 dBA, y que a partir de 65 dBA, la conversación es muy difícil y resulta imposible conciliar el sueño. El ruido comienza a dañar la audición a partir de 70 dBA si se da una exposición prolongada.

Pero como dicen los especialistas en acústica, la reacción del cuerpo humano al ruido varía según su adaptación, y se cita el caso de soldados que eran capaces de dormir junto a un cañón de artillería. Después de una veintena de Motoradas, los jerezanos deberían estar ya acostumbrados a dormir junto a los tubos de escape, o al menos, eso debe pensar el Ayuntamiento.