TREGUA DE ETA | LA GESTACIÓN DEL PROCESO

Cuatro años de diálogo en secreto

Las conversaciones del socialista Jesús Eguiguren con la izquierda abertzale y el papel desempeñado en ETA por 'Josu Ternera' forman parte de las bambalinas del alto el fuego permanente

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SAN SEBASTIÁN. DV. Jesús Eguiguren, presidente de los socialistas vascos, y Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera, se han convertido en dos de los factores claves del escenario novedoso que se ha abierto con el anuncio de alto el fuego permanente por parte de ETA. El primero ha sido el dirigente que más contactos ha mantenido con la izquierda abertzale en los últimos cuatro años, pese a que el Partido Socialista nunca ha reconocido oficialmente esos diálogos, aunque el presidente Zapatero ha estado puntualmente informado de los mismos junto a sus más estrechos colaboradores.

El segundo -ex parlamentario de Batasuna, prófugo de la Justicia y buscado por la Interpol- ha sido activo promotor de esta decisión en el seno de la organización terrorista, como apuntan fuentes solventes, que lo colocan al frente de una amplia corriente de ETA favorable a buscar una salida final en una clara sintonía con la dirección de Batasuna. Las bambalinas de este proceso han sido estas conversaciones entre dirigentes del PSE y de Batasuna, así como numerosos intercambios de mensajes, intermediarios y encuentros celebrados en diferentes lugares de Europa en condiciones de clandestinidad por parte de protagonistas cuya identidad se desconoce y que se han interpretado como las clásicas tomas de temperatura. También la Iglesia fue tanteada en un comienzo. En concreto, el cardenal vascofrancés Roger Etchegaray fue sondeado en un principio como uno de los posibles mediadores. ETA rechazó drásticamente la implicación eclesiástica. Pesaba la experiencia anterior, en la que el obispo Juan María Uriarte, ejerció de intermediario y terminó quemado.

Todo había comenzado cuatro años antes, cuando Nicolás Redondo Terreros seguía siendo el secretario general del PSE. ETA seguía atentando contra cargos públicos y tenía en su punto de mira directo al PSE. Un caserío de Elgoibar, propiedad de un antiguo militante troskista, había sido el escenario de los primeros encuentros secretos entre Arnaldo Otegi y Jesús Eguiguren. Todavía gobernaba Aznar y la Ley de Partidos llevaba a la ilegalización a Batasuna. La misma noche electoral en la que Zapatero ganó las elecciones generales, el 14 de marzo de 2004, Otegi y Eguiguren mantuvieron una conversación telefónica que sería premonitoria de lo que después se iría labrando. El propietario del caserío, hoy dedicado al agroturismo ecológico, no disimulaba ayer su satisfacción, mientras conversaba por teléfono móvil con Otegi y con Eguiguren. Junto a este último, Francisco Egea, ex consejero de Trabajo del Gobierno Vasco y hoy directivo de FEVE, nacido en Elgoibar y amigo personal de Otegi, también ha participado en numerosas reuniones. Con el responsable de Batasuna, el dirigente navarro Pernando Barrena.

Durante meses los encuentros se han sido celebrando en numerosas ocasiones, con una agenda de temas muy amplia. Una de las normas establecidas fue la de la discreción. Otra, el aislamiento. Públicamente estas reuniones no han existido y, desde luego, no incumbían oficialmente al Partido Socialista, que siempre las ha negado. Otra cuestión es que en privado nadie niega la apertura de este canal de diálogo, que incluso se blindó frente a la aplicación de la Ley de Partidos, que sancionaba la ilegalización de Batasuna, o contra posibles atentados de ETA.

Los servicios de inteligencia fueron descubiertos 'in fraganti' un día en los alrededores del caserío. Los agentes secretos, desde un automóvil, realizaron un seguimiento de una de las reuniones. Uno de ellos se colocó estratégicamente detrás de un árbol y fue visto por uno de los presentes en el caserío. Uno de los participantes socialistas en la reunión pudo anotar la matrícula del coche, de Navarra, y realizó consultas hasta percatarse de que, ciertamente, el vehículo pertenecía a los servicios de seguridad, que al parecer, realizaban una vigilancia «discreta» de los representantes de Batasuna. La sangre no llegó al río a pesar del susto.

Las reuniones también se llevaron a cabo en una borda de montaña, cercana a Deba, y propiedad de Otegi, para escapar de las cámaras indiscretas y quién sabe si de los micrófonos unidireccionales. Allí, aislados del mundo, sin apenas cobertura en su teléfono móvil, desarrollaron algunas de las sesiones más conflictivas y surgió un acercamiento de posiciones de gran calado político, sólo salpicadas de momentos de distensión acompañados de café, pan, jamón y queso.

El diálogo ha permitido un acercamiento entre posiciones hasta ahora frontalmente enfrentadas. Una de las claves de esta aproximación estriba en el libro de Jesús Eguiguren «Una vía vasca para la paz», un ensayo personal del líder socialista que fue atentamente leído por el mismo Arnaldo Otegi y donde se establece la constitución de dos mesas, una para la finalización de la violencia, y otra para la apertura de un diálogo político democrático. Y el líder socialista conoció cómo fue preparándose la propuesta de Anoeta, en donde la izquierda abertzale apuesta por las vías pacíficas y democráticas y propone trasladar el conflicto de la calle a la mesa de la negociación.

Durante estos cuatro años, los dirigentes del PSE y de Batasuna han explorado esta vía de diálogo en busca de una metodología común que facilitara el fin de la violencia. En esas conversaciones surgió también la conveniencia de un canal de comunicación con ETA, que ya había enviado una carta al presidente Zapatero en julio de 2004 en la que le pedía la apertura de unas negociaciones, una práctica que se ha desarrollado también con anteriores ejecutivos. Documentos intervenidos a Mikel Antza en octubre del pasado año revelaban ese dato. Los citados documentos internos ponían de relieve que ETA había previsto el establecimiento de una primera fase previa, entre septiembre de 2004 y mayo de 2005, en la que el Gobierno español debía establecer o aceptar la actuación de algún intermediario y la organización terrorista correspondería con la que denominaba un «alto el fuego tácito». El 28 de octubre de ese año, ETA expresaba en un comunicado su disposición a «dar cuenta de nuestra voluntad a todo el que lo desee, tanto directamente como a través de los intermediarios que elijan». Esta alusión a los intermediarios era una referencia directa al Gobierno español, el único que ha utilizado la figura de los mediadores para contactar con la organización terrorista.

La propuesta de Anoeta

El 14 de noviembre, fruto de la ponencia Udaberri, Batasuna anunció en el velódromo de Anoeta su propuesta estratégica que contempla una mesa de diálogo entre ETA y el Gobierno para hablar de presos, desmilitarización y víctimas, y un foro de partidos. La declaración de Anoeta es valorada por el Partido Socialista como «un primer paso» en la apuesta de este mundo por las vías democráticas.

El 14 de enero de 2005, Batasuna hizo pública una carta abierta al presidente Rodríguez Zapatero en la que le emplazaba a buscar una «solución al conflicto vasco» mediente un acuerdo no independentista entre todas las fuerzas políticas vascas. También le instaba a iniciar conversaciones con la organización terrorista para lograr la desmilitarización y la puesta en libertad de los presos.

La respuesta de Zapatero no se hizo esperar. Dos días después, en un mitin celebrado en el Palacio del Kursaal de San Sebastián, el presidente se mostró dispuesto a ampliar el autogobierno del País Vasco y a escuchar el mensaje de la izquierda abertzale siempre que cesara «el ruido de las bombas y de las pistolas».

Tras múltiples gestiones, los contactos directos e indirectos entre el Gobierno y la izquierda abertzale se han ido celebrando en los últimos meses con bastante frecuencia en condiciones de un gran sigilo. Han tratado, en primer lugar, de construir un clima de confianza que no provocara frustraciones posteriores teniendo en cuenta que los precedentes siempre han estado presididos por el temor a que la otra parte no fuera en serio. Una operación muy delicada que al final ha cristalizado y en la que el más entusiasta defensor ha sido Zapatero, convencido de que el proceso se pondría en marcha aunque será largo, duro y difícil.