CHARLETA GADITANAS

El Corsica

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Sobre el año 1950 arribó al puerto de Cádiz un buque con bandera panameña de nombre Corsica y, una vez descargada la mercancía que traía en flete hasta Cádiz, la casa armadora dejó tirada a toda la tripulación abandonándolos a su suerte. La mayoría de los hombres se marcharon quedando en el barco el capitán y algún miembro más de la tripulación.

Cuando llevaban atracados en el muelle casi dos meses, tiempo durante el que vivieron gracias a la solidaridad del pueblo de Cádiz que les llevaba comida y otras cosas para poder subsistir, llegó a una empresa dedicada a fletar barcos y los contrató para hacer un viaje a La Meca con motivo del mes de Ramadán y llevar una expedición de moros hacia aquellas tierras.

Como faltaban una serie de tripulantes, se enrolaron a personas de Cádiz; unos habían estado embarcados y otros no habían visto un barco nada más que en el muelle. De esta forma, embarcaron cocineros, camareros, electricistas, carpinteros,etc. Algunos eran de esa profesión, pero otros no tenían ni idea, lo que si es cierto es que todos eran personas conocidas de Cádiz.

De esta forma, ya todo solucionado y alas órdenes del capitán, que había soportado bastante tiempo en el barco sin abandonarlo esperando alguna solución, se hicieron a la mar poniendo rumbo a La Meca para llevar a estos mahometanos a su destino.

Pero ahora entra esa gracia ocurrente que de siempre ha tenido esta ciudad y, cuando llevaban navegando unas ocho o diez horas, se produce a bordo un apagón de luz, el capitán del barco manda a llamar al eléctrico (éste era uno de los que de electricidad nada más que sabía lo que era la clavija de un enchufe) y le pregunta a qué es debido ese contratiempo. El eléctrico le contesta que ha estado buscando la avería y que él está seguro de que no se trata del barco, que lo más seguro es que se trate de un corte de la Sevillana.

No quiero nombrar el santo pero sí el milagro, ya que el electricista se trataba de una persona muy querida en Cádiz al igual que toda su familia.

Con esto quiero dejar constancia de la gracia y de la impronta que han gozado siempre una gran cantidad de gaditanos, ésa era la verdadera gracia, la que no molestaba a nadie.

Se podría hacer una enorme lista de personas de esta tierra que el estar con ellos era un verdadero lujo. Quién no recuerda a Antonio Vargas, El Cojo Peroche, Beni de Cádiz, Luis el Compare, etc.; gente que si se escribieran anécdotas de ellos se haría un gran libro.