Cádiz C.F.

La realidad sin máscaras

El Sevilla demuestra ser superior al Cádiz y le endosa la mayor goleada del año Los amarillos encajan su sexta derrota en casa, donde sólo han ganado dos veces

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El primero decepciona pero motiva. El segundo sentencia y desilusiona. Y los otros dos siguientes dan pena. Mucha pena. A esto hay que unirle el aburrimiento propio de un partido soporífero, el desgañitamiento que conlleva la desesperación por intento de estimulación a unos jugadores desorientados, y la indignación por unos minutos finales que rozan la sinvergonzonería. ¿Qué cúmulo de sensaciones negativas!

Y mientras en el Falla todos riéndose y pasándolo bien. Son las dos caras del Carnaval, y ayer todos los espectadores de Carranza acabaron con la boquita para abajo, como la del teatro de las máscaras. Y eso que lo de Carranza también fue de chirigota.

Sobre el césped y no en un tablao, el cuadro hispalense bailó y goleó al Cádiz por sevillanas. La primera, la segunda, la tercera y la cuarta. Estas dos últimas fueron el taconeo final sobre los despojos de un equipo que deambulaba cruelmente sobre las dimensiones de un espacio extraño. El de la Plaza Madrid ya no es ni la sombra de aquel estadio que amedrentaba y apabullaba a los rivales con su griterío y colorido. En Primera son once contra once y el ambiente pasa más a un segundo plano.

Benjamín, nulo

Además de ganas y actitud (eso no se le puede reprochar a los futbolistas amarillos), hace falta, por ejemplo, un centro del campo en condiciones. Ayer, Benjamín realizó una actuación lamentable, errando continuamente en el pase y desconcertando a sus compañeros con sus galopadas con destino a ninguna parte. Ni un gran Bezares pudo ponerle las riendas.

Pero no sería el caballo sino el conejo, más veloz y habilidoso, el que cambiaría el sino de este año (esta vez el Sevilla no se dejó sorprender). Apenas habían roto a sudar los futbolistas cuando un balón aéreo lo prolongaba el gigante Kanouté elevándose sobre los dos centrales. Obviamente, las cuentas sí salen, y si De la Cuesta y Berizzo estaban con el malí, era Saviola quien se encontraba solísimo con el balón en las botas y toda la portería para él. El argentino no desperdiciaba la ocasión y respondía a las arengas públicas de Juande con un punterazo al que Armando no sabía responderle con sus reflejos.

Un jarro de agua fría que a punto estuvo de helarse cuando Aitor Ocio, tras un forcejeo con el defensa cadista, marcaba inmediatamente tras un perfecto cabezazo. Afortunadamente para los amarillos, el colegiado señalaba falta por el leve empujón del defensa vasco. La polémica es nula mirando el resultado es nula, así que la jugada pasa prácticamente desapercibida.

En ese momento el Cádiz necesitaba agarrar fuertemente el timón del partido e imponerse ante un Sevilla completamente superior en los primeros compases. Y está demostrado que cuando el equipo amarillo comienza por detrás en el marcador, es mejor arrugar la quiniela porque la apuesta por la victoria ha salido rana. Este año todavía no ha logrado remontar ningún encuentro, y en todos los que ha vencido ha dejado a su rival a cero. Ayer no se rompió este desafortunado designio.

El Cádiz, sin alas

El primer eslabón que fallaba era la medular, pero seguida con mucha cercanía por unas bandas que no tenían su noche. David ya tenía calado a Estoyanoff, pues su regate es cada vez más previsible, y le amargaba anteponiéndose a todos los balones y cortando sus internadas. Lo de Sesma es harina de otro costal. Volvía a la titularidad de la peor forma y esta vez Alves hasta se sorprendía de encontrarse a un Jonathan tan desdibujado. Defendía como el que más y le ponía casta al asunto, pero a la hora de correr su banda siempre llevaba las de perder con el lateral carioca. Las críticas a Sesma, Estoyanoff y Benjamín están más que justificadas, pues el propio Espárrago los relevaba después del descanso.

Pero eso sería después. Después de que un Cádiz impotente sólo creara peligro con disparos defectuosos de Lolo, piscinazos de Jonathan y faltas contra la barrera. Después de que Navas y sobre todo Saviola sentenciaran el encuentro antes de la tregua.

Un descanso necesario

El descanso servía para que Espárrago intentara recolocar las ideas introduciendo a Lobos y Enrique. Es difícil cambiar cuando lo mejor ya está sobre el campo y aún así no hay manera. Pese a ello, el Cádiz mejoraba con el manejo de pelota del argentino y la profundidad de Enrique, que aún así seguía topando con la férrea zaga sevillista. La decisión de Juande de colocar a Ocio en el doble pivote no podía ser más acertada, si bien es cierto que todos los esquemas se rompían de inicio con el tempranero tanto de Saviola.

El equipo amarillo se iba hacia arriba con más descaro pero rápidamente pagaba su lógica osadía con una excelente contra que malograba Jesús Navas. Los de Espárrago llevaban el peso del encuentro pero no eran capaces de crear ni una mínima ocasión de gol, y los sevillanos jugaban a placer esperando el pitido arbitral que confirmara su superioridad. Sin argumentos futbolísticos, al Cádiz sólo le quedaba apelar a la fortuna y resolver en alguna acción dichosa. Pero la suerte tampoco está acompañando en esta temporada, si no el conjunto gaditano no estaría mirando ya cara a cara al descenso.

Poco a poco se iban desvaneciendo las esperanzas cadistas. Resultaba extraño que pese a lo ajustado del marcador, fuera tan claro el resultado final del encuentro. Pocos confiaban en la reacción. Una reacción cercenada de raíz por los hispalenses gracias a la picardía de un Puerta recién salido, que sobrepasaba a los dos centrales e incluso a Kanouté para cabecear un buen servicio de Alves. Portazo y vámonos, esto es todo amigos, como diría el conejo Saviola. ¿Ay, craso error! El de los futbolistas amarillos que pensaban que el encuentro se había terminado. Hasta el robo todo es toro, y el Sevilla llevaba mucho tiempo frotándose las manos y preparando la venganza. En la recta final, y ante un equipo desordenado y entregado por completo, ni siquiera con el orgullo herido que te lleva a marcar el gol del honor, los de Juande ridiculizaron a los locales con dos tantos que certificaban una goleada de escándalo. Lo de Kepa (menudo error defensivo) y lo de Kanouté no es una anécdota. Pero sí debe quedar minimizado por la triste realidad de un Cádiz al que los enanos le crecen en su propia casa. El conjunto gaditano ya lleva seis derrotas en Carranza y sólo dos victorias, precisamente en el lugar donde se forjan las permanencias. Queda tiempo, aunque cada vez menos, para fortalecer el coliseo gaditano. Y el Osasuna ya está a la vuelta de la esquina.